Han pasado 25 años desde que la gran ciudad que es Pamplona y su área metropolitana se dotara de una red comarcal de transporte urbano. En realidad, el único proyecto conjunto que realmente ha funcionado, junto al agua y las basuras, en un ámbito que supera los 350.000 habitantes y donde áreas como el urbanismo siguen siendo reinos de taifas. La MCP asumió la gestión del transporte colectivo urbano en abril de 1999 y desde entonces el servicio ha ido incrementando de usuarios hasta los 42,6 millones registrados el año pasado. El ente comarcal, apoyado con fondos del Gobierno -que cubre el 65% del déficit del servicio- y de los ayuntamientos, ha marcado las mejoras en una red que ya cuenta con 26 líneas diurnas y 10 nocturnas. Son 29,4 millones al año lo que cuesta a las arcas públicas. Y se han empezado a conectar barrios nuevos como Erripagaña y Burlada y tenemos líneas circulares como la 7que también enlazan diferentes municipios del cinturón norte si bien la mayoría de las conexiones son radiales y confluye en el centro de la ciudad. Muchas de las mejoras pendientes están recogidas en el Plan de Movilidad Sostenible Urbana Sostenible de la Comarca de Pamplona, aprobado por el Gobierno en 2021 y por el resto de municipios, y cuyo objetivo principal es que los desplazamientos no motorizados (peatones y ciclistas) lleguen a representar el 50% del total, que el vehículo privado se reduzca hasta el 30% y que el transporte colectivo suba hasta el 20%. Con una inversión de 378 millones el megaplan a diez años se va abordando con cuenta gotas como el impulso a la creación de nuevos aparcamientos disuasorios o la apuesta por la bici eléctrica. En estos 25 años se han logrado avances importantes como los bonos sociales, carriles bicis (algunos deslabazados) o los buses eléctricos. En todo caso el presidente de la MCP reconoce que el principal problema del transporte público es que las villavesas van despacio porque compiten por el espacio con coches y bicis (una media de 12,7 kilómetros por hora). Los fondos europeos han dado la oportunidad de crear nuevos carriles bici pero no se ha logrado transformar las grandes avenidas donde el autobús comparte carril con el coche. Sin olvidar que la declaración de Zona de Bajas Emisiones entra en vigor el próximo año e Iruña todavía no han restringido el tráfico a vehículos contaminantes, limitaciones que deben remar a favor del transporte público, el medio menos contaminante. Lo saben bien ciudades más adelantadas como Bilbo o Vitoria.