No puedo tener una opinión muy definida aún sobre la última propuesta de la ministra Elma Saiz de instaurar la figura esta de la baja flexible. Me faltan detalles de su contenido real y, por tanto, de sus posibles consecuencias. Pero, de partida, no suena bien y tampoco tiene pinta buena. No sé si es una idea, una simple ocurrencia o un globo sonda para originar reacciones que permitan a la ministra visualizar las posibilidades reales de avanzar por esa senda. Lo que no es seguro es una ampliación de derechos para los trabajadores y trabajadoras más allá de quizá un miníma minoría. Saiz matizó ayer en Iruña que no es el anuncio de ninguna medida, sino que es el inicio de un debate en la Mesa del Diálogo Social. De momento su compañera en el Consejo de Ministros y responsable de la cartera de Trabajo, Yolanda Díaz, se ha opuesto a la medida con rotundidad y ha dejado claro que no se va aplicar. También los sindicatos han mostrado su rechazo. Otro platillo de la ya frágil vasija que sostiene a Sánchez en el Congreso que baila sobre el palillo. Pero cuando los debates se centran en los derechos laborales y sociales las puertas se abren y nadie sabe cómo acaban cerrándose. La intencionalidad, en todo caso, parece clara: reducir las horas de baja por enfermedad en el mercado de trabajo. Como medida, muy progresista no parece. Que la plantee el PSOE resta valor a gran parte de su discurso oficial que busca como táctica confrontar siempre directamente con las derechas involucionistas en derechos. No es nuevo. Es una de las causas del declive progresivo de la socialdemocracia en Europa. De momento, la propuesta contiene dos palabras como flexibilidad y voluntariedad que en lo que se refiere al ámbito de los derechos laborales están vinculados a retrocesos y recortes. Es sabido que la voluntariedad en muchos sectores laborales o profesionales o el espacio de los autónomos o comerciantes es una cuestión que no está en manos del trabajador o trabajadoras. Las denuncias que disfrazan de voluntariedad lo que es una simple presión para renunciar a derechos, cuando no directamente un chantaje, son constantes. Tampoco parece casualidad –no existen la casualidad en la política–, que se lance al debate público en el momento en que se expande una amplia campaña centrada en las cifras de lo que se denomina de forma crítica y negativa absentismo laboral de los trabajadores y trabajadoras impulsada desde los altavoces políticos y mediáticos de las patronales empresariales. La baja por enfermedad es un derecho que permite a la persona afectada disponer de un tiempo de recuperación bajo el amparo de legal de la incapacidad temporal decretada por un médico que supone que ni se puede ni se debe trabajar en esas condiciones de salud. No sé hasta donde puede ser compatible ejercer ese derechos a medias. Tengo edad y canas para intuir que más que un avance de derechos es otro retroceso.
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