A Braulio Vázquez le molestó que la llegada de Boyomo alimentara un debate por los cinco millones pagados por un defensa central. En ese momento no era hablar por hablar: nunca Osasuna había desembolsado una cantidad tan alta por un futbolista que juega en la parte de atrás: de hecho, es el tercer fichaje más caro en la historia del club. Se equivocaría el director deportivo si pensara que el aficionado somete a vigilancia sus operaciones; no es eso.

El club anda siempre tan justo de dinero que una negociación de cinco, seis u ocho millones despierta tanta expectación como incertidumbre. Es lo que ocurrió con Budimir. A los 29 años no presentaba una hoja de servicios rebosante, más allá de los 13 goles que acababa de marcar con un Mallorca recién descendido a Segunda división y los recortes de noticias que recogían un supuesto interés del Barcelona. Imagino la conversación entre gallegos en la que Braulio tenía que convencer a Fran Canal para que consiguiera ocho millones de euros para traer a Pamplona al internacional croata.

Seguro que fue más fácil negociar con el Mallorca que con Canal. La apuesta era complicada, como todas las que ponen boca abajo sobre el tapete las cartas del factor humano y las del rendimiento económico. Y Budimir ha pasado rachas en las que ha estado reñido con el gol, partidos consecutivos en los que su trabajo siempre intenso y comprometido, pasaba a un segundo plano porque los goles, que era su principal tarea, los marcaban otros. Es fácil ponerse en la piel del delantero, entender sus frustraciones y hasta comprender sus momentos de egoísmo. El fútbol es implacable con los delanteros que no producen goles. También con los directores deportivos que derrochan o malgastan. Sin embargo, el que hasta hoy es el fichaje más caro en los 103 años de vida del club ha justificado el desembolso con su rendimiento dentro del campo, con su actitud de buen ciudadano fuera y con sus monólogos en las entrevistas post partido, repartiendo, como ayer, el mérito de su gol con el pase que le facilitó Bryan Zaragoza.

Con 32 años, Budimir ya compitió la pasada temporada con el mítico Julián Vergara y estuvo cerca de ponerse a su altura en producción goleadora en una temporada. Es un reto casi imposible, pero tengo para mi que imposible no está en el diccionario deportivo de Budimir. Con el gol de ayer sigue haciéndose un hueco en el Olimpo rojillo, avanzando por delante de Paco Bienzobas (marcó el primer gol de Osasuna en Primera) y pisando los talones a Jan Urban (héroe en el Bernabéu, en Stuttgart… y hasta en Las Gaunas). Creo que con solo citar a estos dos nombres el osasunismo puede tener una idea aproximada de lo que aporta Budimir y de la relevancia de lo que está consiguiendo. Y no digo más si alcanza los 57 goles que anotó Sabino Andonegui en los 131 partidos que disputó en la categoría de los grandes. Del delantero de Mutriku, un hombretón que martilleaba aquellos pesados balones con la frente, el periodista Nivardo Pina escribió: “Sabe moverse en el área y sabe rematar de cabeza y con buen disparo con ambas piernas. Vamos, un mirlo blanco que se le escapó al Athletic…”. Por ahí no hay peligro. Y quién sabe si con su nivel de producción de goles puede llegar todavía una oferta de traspaso. Braulio habría realizado la operación perfecta; y Budimir podría hacer suya la frase lapidaria del gran Sabino: “Cuando llegué a Osasuna era un desconocido. En Pamplona me he hecho un nombre y prestigio”. Está todo dicho.