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Música

Teobaldos

Comienzo a lo grande

Comienzo a lo grandeRuben Plaza

Euskadiko Orkestra

Robert Treviño. Programa: Akelarre (2ª rapsodia vasca) de Pascual Aldave. Novena sinfonía de Mahler. Lugar y fecha: Baluarte. 4 de octubre de 2024. Incidencias: Lleno. (10 a 40 euros).

Cualquier obra, si se interpreta bien, alcanza grandeza; una buena versión del “Clave bien temperado” de Bach es algo grandísimo. Pero hoy nos referimos a la gran forma sinfónica. Servida con un orgánico generoso, (ocho contrabajos… etc), y que saca todo su ser a partituras como El Akelarre de Aldave o la novena de Mahler, que abrían la temporada de la EO. Sigue siendo emocionante, para los que le tuvimos de profesor, escuchar las partituras de Aldave, maestro indispensable en la pedagogía musical de Pamplona, desde el conservatorio, durante muchos años; con sus conciertos de las cantatas de Bach, de las que tanto aprendimos. Su música parte de la cultura autóctona para abrirse a los movimientos musicales contemporáneos, sobre todo, de lo que venía de Francia. De su “Akelarre”, la orquesta interpretó, por problemas con la edición, dos números de La dama de Urtubi; suficiente para apreciar la vena más lírica del compositor, con una envolvente versión del primer número (Maitasun agerraldia); y el brillante y caótico ambiente del aquelarre, con el último número (Euskal espirituen dantza). En febrero está programada la tercera rapsodia de la Rapsodia vasca, que, junto al Cristo Ibérico, culminan la obra del compositor de Lesaka.

La novena de Mahler nos aturde, nos conmueve y nos tranquiliza. Esto se da en casi toda la música de Mahler. Esa especie de quejido lento que abre la sinfonía, nos avisa del sentido fúnebre; pero el revuelo de timbres, de mezcla de fanfarria dislocada y de formas musicales, nos aturden, hasta deshacer, en cierto modo el dramatismo. Treviño, siempre extravertido en los pasajes en fuerte, apunta ya la gran baza de su versión: unos “pianísimos” indescriptibles en la orquesta: por ejemplo la respuesta de la cuerda a la flauta. El segundo tiempo es otra cosa, lo entendemos mejor y lo disfrutamos; toda la versión de esta parte es de una gran precisión en los ataques, empezando por los violines segundos en el comienzo. El tercero también es placentero, (burlesco), y entretenido. Buenas prestaciones de solistas y familias orquestales. Y llegamos al adagio. Toda la sinfonía es de gran exigencia para los intérpretes y para el público, pero el adagio de la novena, más. Los intérpretes, con Treviño en el podio, crearon una tensión formidable, devolviéndonos a las altas esferas con unos matices en “piano” increíbles. Y es también muy exigente, en catarros y móviles, para el público; cualquier mínima incursión sonora en el clímax creado es capaz de arruinarla. De todos modos, el dilatado final que hizo el titular, hasta lograr que el silencio también fuera música, quedará para el recuerdo. Qué difícil es irse de este adagio. Al fin y al cabo, este final es como un “profano” “Dona nobis pacem”, que todo el mundo desea.

DOM J.ANTONIO X. PEDROARENA. IN MEMORIAM.

Ha muerto Pedroarena, monje y maestro de coro, durante muchos años, del Monasterio de Leyre. Los que fuimos alumnos suyos de gregoriano en el Orfeón Pamplonés, allá por finales de los setenta del siglo pasado, lo recordamos con verdadero cariño. El Orfeón fue de los primeros, si no el primero, en programar gregoriano en sus conciertos, con J.A. Huarte Azparrre, que, con buen criterio, nos lo trajo de profesor. Nunca olvidaremos la bondad, paciencia, humildad y sabiduría, –(venía de Solesmes)–, que trasmitía. Sobre todo la humildad y la paciencia para con unos jóvenes impulsivos acostumbrados a cantar, mayormente, romanticismo. El gragoriano enseña a compartir con los demás hasta la respiración. Descanse en paz.