Debemos tener cuidado a la hora de elegir las palabras porque pueden empujar a graves errores de interpretación. Para mí no es lo mismo un hombre que se encierra en su vivienda que un individuo atrincherado; el primero puede ser alguien asustado, que va proyectando en su mente lo que cree serán las consecuencias de un momento de alteración en el que perdió el control; el segundo nos traslada a sucesos de impacto social, con rehenes que pueden salir malparados o con un riesgo serio para gentes del exterior, y con bullir de cámaras de televisión para registrarlo todo. S. no era un hombre peligroso, ni un pendenciero ni un bronquista; cuando los agentes llamaron de madrugada a la puerta de su vivienda para pedirle cuentas por un disparo al aire con una escopeta en el exterior de un local nocturno, creo, por lo que yo conocía de S., que su reacción era un intento de esconderse de la vergüenza, del reproche, del chismorreo, de ser noticia contra su voluntad. S. tenía un arma de caza que, para muchos, solo era peligrosa para sí mismo en la tesitura en la que se debatía. Pasaron muchas horas, demasiadas, sin que lograran convencerle de que abriera la puerta o de que tomaran la determinación de entrar a la fuerza en el piso para evitar el fatal desenlace. Imagino que se hizo todo lo que indican los protocolos y más. Porque S. no era un sujeto atrincherado sino un buen hombre asustado.