Pocas cosas evidencian tan claramente la cada vez mayor distancia entre la sociedad y la política como las situaciones críticas que afectan a los ciudadanos, ya sean laborales, sociales, sanitarias, económicas... o como en este caso catástrofes naturales. Cuando acabo de juntar estas letras la cifra oficial de personas fallecidas en el desastre meteorológico desatado en Levante suma ya 95. Pero hay decenas de desaparecidos y las tormentas se desplazan hacia Andalucía, Castilla-La Mancha y Catalunya.

Hay localidades y pueblos arrasados, cientos de casas inundadas y muchas de ellas posiblemente con riesgo de estabilidad a futuro y cientos de vehículos destrozados e infraestructuras inutilizadas. Es difícil de entender en pleno siglo XXI con todas las alertas máximas desde días atrás avisando de lo que podía llegar y con todos los avances tecnológicos alcanzados el resultado haya sido tan alto humanamente y las imágenes muestren un panorama apocalíptico más allá de que la fuerza inmensa de la DANA fuera mayor de lo previsible. Ninguna consecuencia carece de su causa y este inmenso desastre también las tiene. Habrá de todo en un coctel lamentable. Ineficacia en la gestión –la intervenciones del mismo día en que llegó la tormenta del presidente de la Comunidad Valencia le dejan en total evidencia–, un modelo desarrollista en el uso de la tierra, la construcción, la obra pública, la explotación turística y un modelo laboral en que existen empresas imponen su negocio por encima de todo, incluso del riesgo para la vida de sus trabajadores, como se ha podido ver en las imágenes y vídeos.

Tampoco se puede olvidar la difusión de bulos para generar confusión en la ciudadanía y los discursos negacionistas del cambio climático y los resultados que conlleva –el calentamiento del Mediterráneo parece haber sido clave en el alcance de la DANA–, y que se expanden por todo el mundo, también en el sur y levante del Estado desde hace años y cada vez con más fuerza. Todo un compendio de lo peor de este tiempo en el que la convivencia, la eficacia y la solidaridad son cuestiones de las personas y no de los poderes. Los fenómenos climáticos extremos son una de las causas primera hoy en día de los movimientos migratorios, pero siempre suceden lejos de nuestra acomodada vida. Ya poco a poco se acercan. Habrá tiempo para abordar las responsabilidades políticas del Gobierno actual, del PP y Vox, aunque tampoco está la realidad para tener confianza en que eso vaya a ocurrir con un mínimo de honestidad.

Todo se enredará en un cruce de reproches, en el habitual y tú más o y tú también y en que pague los platos rotos de esas muertes y de ese inmenso coste económico y territorial cualquier incauto. ¿O a alguien le sorprende que el día después el Supremo de Marchena envíe apresuradamente a la Guardia Civil a entrar en el despacho del Fiscal General del Estado? Un hecho inaudito e innecesario y sobre todo absurdo. Más bien parece otro ejemplo de la estrategia de la judicialización de la política que lo invade todo para intentar desviar la atención de Valencia. Un estado de las cosas de la política española que nada tiene que ver con los problemas, necesidades, demandas reales de la sociedad que están allá lejos en la sanidad, la vivienda, la educación, el futuro de los jóvenes o los mayores, por ejemplo.