Siento volver un día más al asunto de la tragedia de Valencia, pero –me imagino que como les sucede a muchos de ustedes– no deja de asombrarme que en una zona claramente expuesta a fenómenos de este tipo, en 2024, con alertas avisadas hacía días y la realidad del día, con numerosas fuentes de información dando datos en directo sobre litros precipitados y caudales de ramblas y ríos y con, en resumen, una abundante capacidad de poder hacer algo al menos lo antes posible el resultado final fuera un tardío sms alertando a la población a las 20.12 en donde se indicaba que evitaran desplazamientos. Como ya no tiene solución y supongo –digo solo supongo porque en este país ya hemos visto tanto que no se puede dar nada por seguro– que se estudiará en detalle y se actuará en consecuencia, sí que confío o al menos espero que sirva para que desde ya se establezcan protocolos de aviso, tanto allá como en cualquier lugar que pueda sufrir episodios sino de ese alcance sí de ese tipo. Estoy pensando en, por ejemplo, riadas que en los últimos 15 o 20 años hemos tenido de manera más habitual por esta zona y que han supuesto cuantiosos daños. Recuerdo la de diciembre de 2021, cuando se juntaron nevadas recientes con dos días de mucha agua y que anegaron multitud de locales y bajos en, por ejemplo, Huarte, Villava, Burlada y Pamplona y por supuesto la Ribera. Aquel día llegaron a pasar por Huarte 190 metros cúbicos por segundo y 523 por Pamplona –en Paiporta y demás se estima que pudieron ser unos 2.500 o 3.000–, pero nadie nos puede decir que cifras así no puedan verse incrementadas en el futuro si es cierto –como dicen– que cada vez hay más posibilidades de fenómenos extremos. Si guarismos así creciesen o se doblasen estaríamos hablando de claros riesgos para la vida de muchas personas, así que espero que aquí también se tome nota de cómo mejorar prevención e información.