Hace ya casi tres siglos que Samuel Johnson dijo eso de que “un barco es una cárcel con el riesgo añadido de que puedes morir ahogado”. Y lo recordamos a cuenta de que se está disputando la Vendée Globe, la vuelta al mundo de vela en solitario, sin escalas y sin asistencia.

Una auténtica burrada que pone a prueba a los navegantes tanto física como mentalmente, porque eso de estar entre dos y cinco meses a solas con uno mismo (el récord está en 74 días pero hay quien tarda en 160 acabar) no es plato de buen gusto para el ser humano, gregario por naturaleza, por taciturno y ermitaño que sea.

No por casualidad la celda de incomunicación es el castigo más terrible para un prisionero. Y ahí están los 40 participantes de este año, más o menos a la altura de Madeira tras haber salido de Francia hace una semana, casi en el inicio de su aventura de 24.000 millas náuticas (45.000 kilómetros). Admiración, toda. Envidia, ninguna.