Respecto a la solución para los Caídos, comparto la decepción y la tristeza de las asociaciones memorialistas. Imaginaba una explanada como expresión de la aniquilación, de la insuficiencia o la trampa de los lenguajes, donde situarse en el espacio resultante ayudara a generar una experiencia contemplativa del modo en que la Guerra Civil y el franquismo traspasaron a nuestras familias, de cómo la violencia se hizo fuerte y se ramificó en dimensiones personales y colectivas, en causas y efectos que nos alcanzan. Imaginaba un lugar con su metafísica.

Si resulta lo previsto, dudo que la tenga porque una resignificación no puede ser una decisión unilateral, tendría que derivarse del carácter mayoritario de la suma de resignificaciones individuales y no va a ser así y, además, visto lo propuesto, me viene a la cabeza la mona aquella que una vez consensuada y resignificada se quedó tal cual. Peor aún. Ridícula.

También es cierto que, si en otros ámbitos todo sigue parecido, el alcance del debate tiene fecha de caducidad y el edificio quedará en poco más que un miniparque temático. Me refiero a que no sé cómo se aborda la historia reciente en los centros, si los currículos prevén que dará tiempo a estudiar el siglo XX, si se incentiva el interés por conocer entre las y los jóvenes. El curso pasado, M llamó para que le ayudara en una tarea. Se trataba responder a la pregunta ¿cómo afectó la guerra a nuestra familia? Me pareció una iniciativa valiente y necesaria la de su profesora. Iba a juntarse en clase con decenas de relatos tan difíciles de gestionar como imprescindibles para comprender que la historia se encarna.

Por otra parte, pienso qué ilusa, que esto es pequeño y nos conocemos. Pero nunca me lo acabo de creer.