Que lo apolíneo y lo dionisiaco no son dos fuerzas de la naturaleza humana, sino una y la misma, ya lo sabemos. O deberíamos. No obstante, y en función de matices a menudo imperceptibles o incluso nimios, unos días estás más apolíneo y otros más dionisiaco, eso es así, Lutxo, muchacho, y tienes que admitirlo, le digo a Lucho el consiguiente lunes de diciembre, húmedo, áspero y plomizo. Y me suelta: Yo no me aburro nunca. De acuerdo, perdona, tú nunca te aburres, le digo, me parece muy bien.
No obstante, permíteme recordarte que por el simple hecho de poseer una mente de carácter conservador no estás obligado a negar la evolución de las especies, que es innegable, Lutxo, por favor. ¿Te pasa algo? No seas burro. Se puede ser conservador e incluso muy conservador, sin tener que ir por ahí, como el señor Mayor, diciendo tonterías de categoría retrógrada que ofenden a la ciencia y a cualquiera. O rezongando siempre con el tema de la homosexualidad y la eutanasia. Lo malo de la gente conservadora inteligente es que no educa a su gente, perdón por la rima insidiosa, Lutxo, me ha salido sin querer. Pero es así.
Porque gente conservadora inteligente (que sabe que la evolución biológica no es ninguna teoría sino solo y sencillamente el funcionamiento de la vida) tiene que haberla, confiemos en ello. Yo sé que la hay. Lo sé. Ahora bien, a Feijóo, al jefe Feijóo, por decirlo así, no le veo yo, ni apolíneo ni dionisiaco. Ni una cosa, ni la otra, Lutxo. Tú ¿le ves algo, aunque sea poco, a Feijóo?, le digo. Y me suelta: Mira, yo, en estos momentos, de la Ayuso, no quiero hablar. Y le digo: Vale, pero a esa sí la ves encaminada, ¿no? Y me dice: No sé si la veo o me la imagino. Y le digo: Yo también me la imagino, espero equivocarme. Y salta: Yo ya no sé ni lo que espero, ni lo que dejo de esperar.