Creo que es una sensación general, o al menos en mi entorno cada vez la escucho más a menudo y lo leo en más análisis. Esa sensación de que no vamos bien, que el mundo está patas arriba y que parece complicado darle la vuelta para que gire en la dirección correcta. Resuena mucho últimamente una frase que en las redes se atribuye a Mafalda, aunque al parece nunca fue puesta en su boca por su creador, el dibujante Quino: “Que paren el mundo que me quiero bajar”. La frase está de actualidad ante el panorama mundial y también como ejemplo de fake news, porque, curiosamente, entre las muchas sentencias sabias de este personaje, la más famosa puesta en su boca no es suya. Sea o no sea cierta su procedencia, lo que contiene sí lo es. Y es que no sé si está el mundo para seguir arriba e intentar cambiarlo o directamente bajarse. Un mundo que no para, donde día a día se suceden acontecimientos vertiginosos. Caen regímenes de una semana para otra; hay vuelcos electorales inesperados; avances técnicos que también pueden acarrear retrocesos humanos, las guerras no se detienen. Y sobre todo, empiezan a consolidarse personajes con gran poder económico y político con más que dudosos intereses. Estamos, en un preocupante cambio de ciclo social, económico y político; en una nueva época marcada por el individualismo y el presentismo, por la velocidad y la acción, más que la reflexión. Es como si pararse a pensar estuviera mal visto. Una época en la que parece que se da por hecho que cuestiones como la democracia, los servicios públicos, los derechos laborales, la igualdad, la justicia social… van a estar ahí siempre, mientras nos dedicamos a lo nuestro. A lo de cada uno o una. Pues no. Victorias electorales tan abrumadoras como la de Milei o Trump; regímenes como el de Orbán o Putin y muchas otras situaciones o amenazas (Le Pen, Meloni…) que nos deberían hacer reflexionar no solo sobre cómo logran tantos votos, sino sobre por qué luego no hay una gran oposición contra sus medidas, enfocadas a desmontar el estado del bienestar y el mundo tal y como lo conocemos. Ellos utilizan todos los medios a su alcance. Ya, pero, ¿y la izquierda? ¿No habrá que hacer una proceso de reflexión autocrítica sobre qué se está haciendo mal o qué no se está haciendo bien ante este avance de sus postulados que además tienen un calado generacional y territorial ya muy importante? Está bien elevar el tono en contra de la ultraderecha. Apelar al “No pasarán”. Pero si no cambiamos de estrategia pasarán. Claro que pasarán. Es urgente ya reorganizar discursos y formaciones políticas, reconectando con una ciudadanía que debería cambiar el “yo” por el “nosotros” para vivir el “presente” con el compromiso de preservar un mejor futuro para los que vienen detrás.