Los ecos de los cencerros de los momotxorros y de los golpes de los sardes contra la tarima, de la voz de Pello Reparaz, de las treinta mil personas que han asistido a los dos conciertos de Zetak, esa nube de sensaciones flotaba ayer por la mañana en el entorno del Navarra Arena. La conexión entre el grupo y el público fue algo místico, a tono con la mitología que envolvía al espectáculo. “Hace tiempo que no escuchaba el silencio entre tema y tema en un concierto”, me comentaba uno de los asistentes que quedaron atrapados en esa burbuja que cobijó durante dos horas y media a los presentes. Cuando lo habitual viene siendo que la concurrencia sea más protagonista que el propio show, todos los sentidos estaban puestos, en pista y grada, en lo que se proyectaba desde el escenario. Y cuando lo ancestral y lo moderno se funden, el efecto es una vuelta a un punto pasado, provocando un akelarre interior. Ahí hizo acto de presencia toda la mitología transmitida oralmente durante siglos, pasando por el Xalbadorren de Erramun, lo que fue la etapa de Reparaz en Vendetta o la aparición por sorpresa el sábado del añorado Jagoba Arrasate en su faceta de bertsolari. Todo ello, parte ya de un pasado común. “Resulta difícil no emocionarse al darse cuenta de la riqueza histórica y cultural que, por suerte, tenemos”, subrayaba mi interlocutor. Al igual que resulta difícil entender a la gente que reniega de ello...
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