La vida es eso: una tranquilidad que parece que no pasa nada y de repente la sensación de que todo está del revés. Vaya horas entre la tarde del lunes y la mañana del martes, vaya horas entre la fuga de gas y posterior explosión en Noáin y el incendio del Planetario.
Varios heridos en Noáin, dos de ellos en la UCI, son por desgracia el mayor precio pagado a día de hoy, en la medida en que los daños materiales son reversibles pero los daños humanos en muchas ocasiones no, así que confiemos en que todos los afectados vayan recuperando poco a poco la salud, así como que los evacuados puedan volver a la normalidad lo antes posible.

Vivimos en un mundo que muchas veces no somos capaces de vislumbrar lo endeble que es, lo poco que nos separa en ocasiones de las desgracias y lo poco que a veces hace falta para que todo se nos venga abajo. En Noáin lo han comprobado este lunes, pero esperemos que todo quede en un gran susto, de la misma manera que confiemos en que el futuro del Planetario siga siendo el de un Planetario remodelado, abierto y operativo para toda la sociedad navarra, que ha podido disfrutar de él y de sus numerosas actividades e iniciativas en los últimos 30 años.
Allí presentamos en 1996 La historia del ciclismo en Navarra, allí vimos nada menos que a Kurt Diemberger u otros muchos mitos del montañismo, allí miles y miles de escolares y mayores han conocido cómo es el cielo que apenas podemos ver en las ciudades, allí han tenido lugar montones de exposiciones y eventos culturales francamente necesarios y más cuando en la ciudad aún no existían Baluarte o Arena u otras instalaciones. Ahora sí existen, pero ninguna es el Planetario, al que confío que los políticos den una oportunidad para que siga siendo lo que ha sido y, si me apuran, para que aún mejore lo que ha ofrecido a la sociedad navarra. Suerte a todos en Noáin y en las filas del Planetario.