Se conmemoran los 80 años de la entrada del Ejército Rojo en el campo de exterminio de Auschwitz –sin presencia de Rusia–, en Polonia, donde fueron asesinadas más de un millón de personas tras ser sometidas a todas las vilezas inhumanas imaginables por otros seres humanos bajo el amparo de la xenofobia y el supremacismo nazi.

Lo importante es seguir escuchando cada año a las víctimas de Auschwitz contar otra vez, y una vez más, cómo de insoportable fue aquella crueldad, cómo de ciego fue aquel odio, cómo de insensible fue aquel mundo, cómo de desgarrador fue ver caerse muertos cada día a los más débiles. Para que no podamos olvidar la crueldad, el odio ciego, la insensibilidad y lo desgarrador que es ver caer muertos siempre a los más débiles. La mayoría de ellas fueron asesinadas por su condición de judíos, aunque también se asesinó y experimentó con personas de raza gitana, comunistas y socialistas –también navarras y navarros en este o en otros campos similares–, homosexuales, polacos, ucranianos y prisioneros de guerra.

Los aniversarios tratan de mantener activa la memoria histórica frente a la pujanza que alcanza el olvido con el paso del tiempo. Pero como clamaban ayer los pocos supervivientes de Auschwitz: “No hemos aprendido la lección”. Es verdad. Lo que ocurrió en aquel tiempo es humanamente incomprensible en todo su alcance, crueldad, maldad y normalidad. Pero la historia se repite. El mismo día asistimos a las imágenes de cientos de miles de palestinos regresando a su tierra en el norte de Gaza donde no queda más que un paisaje desolado por la destrucción de los bombardeos y el genocidio y la limpieza étnica de miles de personas.

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Miles de palestinos regresan al norte de Gaza en el marco del alto el fuego NTM

Auschwitz también recuerda la matanza de más de 50 millones de personas en aquella 2ª Guerra Mundial. Y tampoco hemos aprendido esa lección cuando de nuevo se avivan los discursos belicistas y se alimenta el gasto militar de forma desaforada con el objetivo del negocio armamentístico a costa de la humanidad. Los homenajes avivan la memoria colectiva, las causas del delirio humano y las consecuencias sociales, económicas, personales, territoriales y culturales del mismo. Y más aún, deben combatir el auge de los discursos negacionistas o revisionistas de la verdad histórica. El negacionismo del Holocausto –como el del exterminio planificado de más de 3.000 navarros y navarras en 1936 por los golpistas franquistas–, gana terreno, amplía sus vías de difusión, de la misma forma que la derecha española política y mediática arropa el discurso revisionista de la dictadura franquista para convertir esa época negra en un paréntesis necesario. Y ya ha abierto la puerta al regreso en el mundo de posiciones ideológicas que beben de aquellos orígenes, incluida la propia Alemania.

Auschwitz es un lugar en la que las lágrimas y el silencio demuestran que aquella horrible historia sigue viva en cada una de las personas que fueron asesinadas allí, pero cada vez más es un espacio sometido a la miseria de la banalidad y la impostura de la deriva política y de la inhumanidad actual a través de las redes sociales. Ése es el mensaje de los supervivientes de Auschwitz cada año. Como el de los supervivientes de Hiroshima u otros lugares negros de la historia reciente o actual en África, Asia, Oriente Medio o Latinoamérica. Incluso en Europa.