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Mar de fondo

Xabi Larrañaga

Por manitú

Por manitúL. Rico

Las dos grandes familias del nacionalismo vasco están renovando sus cargos dirigentes, ignoro si mediante un proceso democrático interno, un congreso a la búlgara o un aquí tienes el menú, lo tomas o te marchas. La militancia juzgará. En verdad lo interesante para el resto no es la renovación de los nombres sino la de las ideas, y por eso preocupa la continuidad de los mismos si eso significa, y suele significar, la continuidad de lo mismo. No sé si me explico.

El país ha cambiado más esta década que en lastres o cuatro anteriores. La rápida transformación es impepinable. Lo ha hecho demográficamente, socialmente, educativamente, económicamente, religiosamente, lingüísticamente, culturalmente y lo que te rondaré, morena, morenamente. Quien piense que tanta mudanza no influye políticamente, y que el baile antiguo sirve para la nueva música, vive en la luna o, peor, lo simula a la espera de la jubilación. Y que arree el de atrás con la coctelera.

Nunca el nacionalismo moderno, entendido como legítimo deseo de protección de un modo de vida propio, se ha enfrentado a un reto tan urgente. Está obligado por imperativo histórico e ideológico a jugar la Champions. Y, mientras que por otros lares ya disputan el partido, por fortuna dándole al coco o por desgracia a patada limpia, aquí aún se estilan los encuentros amistosos, el todo va bien, aunque mucho vaya mal. Los cincuentones recordarán a Javier Krahe, mucho partido, pero ¿es socialista, es obrero, o es español solamente? De igual forma es legítimo preguntarse ¿es nacionalista, es abertzale, es vasco, es navarro? Pues tampoco cien por cien…si tan globalista, también.