“Al decir que piensa en Dios, Juan Cabrera no ha mentido. Pero tampoco ha dicho la verdad. Pensar en Dios no es del todo lo que hace ahora, aunque lee, en efecto, gran cantidad de teología. No ha perdido la curiosidad, por eso lee tanto. Lo que ha perdido es el gusto por los referentes de los textos”: en El exclaustrado, Álvaro Pombo vuelve a mostrar un gran control sobre la estructura textual necesaria para explicarse bien, tal y como a menudo se suelta a nivel popular de un modo acertado.
Pero es igual de relevante, en el caso de esta novela, que su narrativa brinda al lector un relato exquisito, y no solo a nivel formal, pues el contenido de dicho relato es el de la existencia de un hombre muy especial, alguien que no se viene atrás ante el reto que supone un sentido de vida: “Dios es el perfecto referente, que se hurta a sí mismo en cada paso. Se puede hablar de Dios sin Dios. Un poco los mismo que los habitantes de la ciudad hablan de felinos salvajes que ven en las pantallas de sus televisiones”.
Ya otras obras suyas lograron galardones tan influyentes como el Nacional de Narrativa, el Premio de la Crítica y recientemente, el Miguel de Cervantes; sin embargo, El exclaustrado muestra un estilo que puede convertir este texto en un paso adelante como nuevo peldaño en busca de la constatación de necesidades de la sociedad actual, sean éstas la moralidad o el equilibrio social y psicológico, algo que ya resultó esencial en otros libros equilibrados anteriores: sus Relatos sobre la falta de sustancia (1977), El hijo adoptivo (1984), Donde las mujeres (1996), La fortuna de Matilda Turpin (2006) o El temblor del héroe (2012).
NOVELA
EL EXCLAUSTRADO
Autor: Álvaro Pombo.
Editorial: Anagrama, 2024.
Páginas: 232.
No es, pues, nada extraño que el jurado del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes haya premiado al autor santanderino a finales del pasado año con este galardón por su “extraordinaria personalidad creadora, su lírica singular y su original narración”; no lo es que, gracias a distinciones como ésta, se haya dejado constancia de una oferta creativa que “muestra el mundo a través de la construcción de un lenguaje en el que las deformaciones de la realidad aparecen reflejadas bajo el disfraz de la ironía y del humor”.
Cierto: “Álvaro Pombo ha creado aquello que define a los grandes escritores, un mundo literario propio imperecedero e imprescindible que conmueve y conduele”, otra de las virtudes que los responsables del premio brindaron en 2023 a Luis Mateo Díaz, después de haberlo reconocido con anterioridad en la obra de distintos autores y autoras, como Eduardo Mendoza, Rafael Sánchez Ferlosio, María Zambrano y Octavio Paz. Cierto: el autor de El cielo raso está considerado, con toda razón, como uno de los principales impulsores de lo que lectores, críticos y especialistas consideran una atractiva literatura subjetiva.
Estas y otras consideraciones son las que deben llevar a lector y lectora hasta El exclaustrado, donde dicha narrativa de alta carga subjetiva es lúcida: “Hubo una pureza inicial, rumió Cabrera, una sinceridad inicial. A la edad de este chico, más o menos, quizá un poco mayor, entró en el convento. Le pareció que vivía en un mundo inmundo, contagiado y contagioso”. El chico en cuestión es su sobrino Jaime: “Ahora que estaba en presencia de su tío no sabía qué decir, no sabía qué pensar”.
Álvaro Pombo ha escrito también piezas poéticas, artículos y algún texto ensayístico de interés pero es en el mundo de la novela en el que el escritor y académico ha destacado durante décadas, aquellas en las que no ha evitado la crítica social y cultural, en las que también ha formado parte de la política española, presente en otras piezas también equilibradas, como la reciente Santander, 1936. Por lo tanto, El exclaustrado es la cita ideal con una ficción sugestiva: “De joven, Cabrera se había sentido insuficiente: venía a ser como sentirse innecesario y necesitado. Eso, curiosamente, le confirió un poder especial para seguir y seguir viviendo y siendo fraile”.
El exclaustrado, un Álvaro Pombo exquisito: “No hay, en verdad, en la conciencia de Juan Cabrera, en este momento de su vida, ninguna capacidad de equilibrar soledad y compañía. Visto desde fuera, el exclaustrado roza la misantropía. Visto desde dentro –un suponer, si Dios le viera–, solo es un desdichado que ha perdido la costumbre del trato con sus semejantes”.