Mis padres nunca viajaron en avión. Tampoco éramos de esas familias que se iban de vacaciones juntas, no recuerdo fotos en la playa; los veranos los pasábamos en el pueblo, en la casa familiar, cada uno a lo suyo. Pero nunca cogimos un avión. Es curioso pensarlo ahora. No se si ellos habrían querido volar, pienso que no. Eran otros tiempos, los suyos, los de toda una generación. Casi solo habían volado quienes por necesidad hicieron las Américas, y algunos ni eso. El caso es que ellos no.
Cuando pudieron hacer su primer viaje al sur en autobús estaban ya jubilados y la salud no perdonó. Ella se fue demasiado joven, sin apenas pasar ratos al sol. Y con los años, ya sin estar los dos juntos, viajar perdió sentido. Miro sus fotos de entonces y creo que estaban felices, contentos de esa oportunidad de ver lugares nuevos. Y pienso en ellos mientras ojeo vuelos sin saber muy bien a qué próximo destino mirar. Volar es hoy parte de nuestras exigencias de felicidad. Somos más felices cuanto más nos movemos o al menos creemos serlo, sin darnos cuenta muchas veces de que la verdadera felicidad viaja con nosotras, que los lugares siguen en el mismo sitio mientras las personas somos las que cambiamos, que no importa tanto el destino sino cómo lleguemos a él y con quién, también solas, con nosotras mismas como compañeras de viaje.
Esa generación de padres que no volaban nos dieron muchas cosas a cambio de no coger un avión, porque no se podía tener todo. Hoy sí se puede, al menos para una gran parte de la sociedad. Se puede volar tan lejos que algunos ya no se conforman con coger aviones y cruzar el mundo sino que aspiran a llegar a otro planeta. Me refiero al llamado turismo espacial, esa moda de ricos de ir al espacio como turista. Es curioso, la generación de nuestros padres es la que vio llegar en directo al hombre a la luna con el periodista Jesús Hermida narrando esa llegada de los tripulantes del Apolo 11 allá por 1969. Imágenes borrosas en blanco y negro de astronautas aterrizando en la Luna. ¿Son astronautas ahora todos los que viajan al espacio? ¿También los que van como turistas? No sé, tengo dudas.
Ahora se está preparando ya el primer viaje espacial solo de mujeres, todo un reto, dicen. Pero tampoco tengo claro si es un avance de las mujeres eso de conquistar el espacio sin tener ganado nuestro propio territorio. Y lo pienso en esta semana del 8 de Marzo donde queda tanto por conquistar en el complicado viaje de la igualdad. Y es que no por volar más alto se llega más lejos. A veces se logra más con los pies en la tierra.