Hace casi veinte años me hacía esta misma pregunta en un artículo similar y en otro momento histórico del proyecto común europeo. Por entonces, a consecuencia de las golferías de Wall Street con la caída de Lehman Brothers, el euro se tambaleaba y la política impuesta desde Berlín con hombres de negro recorriendo capitales europeas para ejecutar drásticos recortes del Estado del Bienestar, hizo surgir una cierta euro fobia entre los afectados por aquella escabechina. Así nacieron radicalismos a la derecha y la izquierda del tablero político europeo, hasta entonces plácidamente mecido por las manos de la democracia cristiana y la socialdemocracia, con los liberales cantándonos nanas para que durmiéramos cómodos en nuestro modelo de democracia social de Derecho. Se empezó a venir abajo la Europa construida de las ruinas producidas por las dos Guerras Mundiales de la mano del empobrecimiento de las clases medias europeas, que no ha cesado desde aquella nefasta crisis del euro.

SIN LIDERAZGO, SIN ESTRATEGIA

El mundo estaba cambiando con la irrupción de China como aspirante a ganador de la partida, con Rusia como perdedor la misma y con EEUU inmerso en una galopante descomposición institucional. Pero nosotros no quisimos enterarnos porque seguíamos plácidamente dormidos produciendo bienes baratos en territorio chino y abasteciéndonos de energía de bajo coste en Rusia o Argelia. Así hemos llegado hasta el día en que nos dio el pasmo de sentirnos huérfanos porque el padre americano ya no quiere saber nada del hijo europeo nini. Una Europa que ni quiere pagar la factura de la seguridad, ni quiere hacer el sacrificio de competir, que solo se preocupa de los derechos infinitos y se olvida de los deberes irrenunciables. Europa ya no le es rentable a EEUU en su ecuación mundial y ha tenido que llegar en segundo mandato, sin complejos, un presidente mal educado y negociante de baja estopa, para que caigamos en la cuenta de que ya no les interesamos a los poderosos. La realidad, nos guste o no, es que nuestra oferta se ha quedado obsoleta a fuerza de perder credibilidad. Proponemos al mundo ser el tarrito de las esencias de la democracia y las libertades, pero somos incapaces de alzar la voz con fuerza de acción para frenar las injusticias y la violencia en el mundo. Nuestra diplomacia, de andar por casa, flojea una y otra vez porque no hay manera de que mantengamos una mínima posición común ante los conflictos. De forma que no se nos conoce una sola iniciativa de liderazgo político que haya tenido éxito para resolver problemas y generar más progreso en el planeta. Nos paseamos por las mesas negociadoras suplicando que nos escuchen y mendigando salir en la foto. Y todo porque no tenemos nada que de verdad le interese a los nuevos hegemónicos mundiales. Ya no somos ni un mercado atractivo, pues, nuestras clases medias tienen cada vez menos poder adquisitivo y además ya casi tenemos más pensionistas que trabajadores, que precisan incesantes cuidados y su capacidad de compra es limitada dada su avanzada edad.

ACTOR EN BUSCA DE UN PAPEL

Tal vez sigamos creyendo que un mundo sin Europa es imposible de imaginar, pero seguramente es lo que mismo que pensaron los romanos de una civilización sin Roma. Sin embargo, su imperio dejó de existir como nuestra influencia, a fuerza de ser menguante, puede también desaparecer. Quizá, así las cosas, deberíamos volver a los orígenes, a reconocer como hicimos en 1945, que somos los verdaderos culpables de nuestro desastre y que debemos, como entonces, ser un actor en busca de un papel en el nuevo orden internacional. Vivimos en un mundo cruel, despiadado, donde el poder, la fuerza y el dinero se imponen desvergonzadamente a cualquier otro principio de convivencia humana. Los gobiernos poderosos se basan en la toma de decisiones rápida, ejecutiva, a base de imponer una suerte de autoritarismo competitivo. Ya no son ni siquiera dictaduras que podamos censurar. Simplemente es la velocidad de decidir, del que puede decidir. Si reconocemos que nosotros a eso no sabemos jugar y dejamos de intentar ser aprendices de brujos en la geopolítica, desde la humildad y la neutralidad en la partida de gigantes, quizá podamos dedicarnos a nuestros problemas, a defender la libertad, el respeto al diferente, a pagar las pensiones, a garantizar la sanidad y la educación para todos, una vivienda digna y tantas otras cosas que preocupan a nuestra gente. Eso sí, dedicando todos los esfuerzos a ello y no entrar en una escalada armamentística ilusa. Porque no pudiendo ser ya imperio, mejor ser una gran Suiza o, incluso, el gran poblado galo de Astérix.