Un nuevo proyecto de ley del Consejo de Ministros busca reforzar la protección de los menores de edad frente a la publicidad y el consumo de alcohol. Una serie de normas orientadas a ampliar la distancia física en los espacios de habitual presencia juvenil y los de proyección y venta de bebidas alcohólicas. Partiendo de la base de que la norma se añade a las que ya están vigentes en el nivel básico y en el autonómico –incluyendo las que están en vigor en la Comunidad Autónoma del País Vasco y la Foral de Navarra– y que éstas precedentes ya establecen una prohibición en el consumo y la venta a menores, el elemento añadido de la nueva legislación apela directamente a los usos y responsabilidad de los adultos. Puede resultar sorprendente que el sentido común no regule la presencia del alcohol en centros educativos y deportivos o en otros espacios con presencia habitual de menores. Que en la forma de relacionarse los adultos con esta sustancia –y con otras– no siempre haya conciencia de que son inadecuadas en esos entornos. Pero la norma viene a cerrar el espacio a la interpretación individual y a dejar ante la evidencia que determinadas actitudes no son apropiadas, hasta el extremo de merecer sanción. Siendo preceptivo establecer un marco legal protector del derecho a la salud de los y las menores de edad, la verdadera batalla contra los peligros del alcohol corresponde a una concienciación y uso social del mismo que es mucho más difícil de canalizar y no puede ser restringida con la mera coerción. Adultos y menores conviven con el consumo social del alcohol y la normalización del mismo sigue muy presente pese a las iniciativas de información y las advertencias sanitarias. No parece que los marcos en los que se normaliza el consumo, y que comparten los menores, lo sean por falta de conocimiento sino por una baja percepción de riesgo. Se minimiza y se sigue asociando al ocio, al divertimento, a la relación con iguales y a la integración en colectivos sociales y el modo de acotar el impacto que esto tiene en cada nueva generación de menores requiere más que una estrategia de prohibición. Estamos lejos de la “inmunidad de rebaño” en materia de adicciones. Hace falta una implicación colectiva para racionalizar la relación con el alcohol y sus peligros. El colectivo apelado por este reto es el de los mayores de edad.