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A la contra

Jorge Nagore

Cambio

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Se cumplen 5 años del tsunami de Covid y todos recordamos lo agradecidos que estábamos a quienes mejor cuidaron de nosotros con las herramientas y el conocimiento del que disponían. Seguro que se cometieron errores, que se implantaron normativas estúpidas y que, qué duda cabe, trabajadores públicos se excedieron en sus cometidos. Pero en general creo que, como sociedad, se estuvo a la altura.

Ahora, la profesión a la que aplaudíamos todas las tardes a las 8, la sanitaria, vive alguna de sus peores épocas, con agresiones, críticas constantes o por lo menos recurrentes, peor valoración y, en general y tal vez me equivoque, una percepción por parte del usuario de que esta gente está allá para servirnos. No sé, pienso que hay que darle una vuelta al concepto mismo de servidor público y eliminar lo de servidor y dejarlo en empleado. Porque lleva a muchos equívocos. Por supuesto, un empleado público se debe a quien le paga, que no es otro que el ciudadano con sus impuestos, pero eso no habilita al usuario a comportarse como un borde.

Tampoco es cuestión de dejarse avasallar ni de agachar la cabeza ante cada cosa que te dicen, sino, creo yo, un término medio entre la certeza de que están ahí para ayudarte y normalmente –y con las lógicas excepciones estadísticas– dar lo mejor de sí mismos y mismas y que con sentido común y tranquilidad todo se puede ir gestionando. La salud es un asunto clave en nuestra vida y cuando hacemos uso de la sanidad pública en momentos críticos o duros, con la ansiedad y los nervios como compañeros, podemos también como usuarios cometer errores, aunque podamos tener razón en argumentos y situaciones. Pienso que nuestro esfuerzo mayor debería ser dotarles de más y mejores condiciones y, en la medida de lo posible, respetar su trabajo. Sin servilismos ni silencios, pero sí con más confianza, que reconozco que en ocasiones no es fácil. A ver…