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Vaya bolongo

Ana Belasko

No es cine

No es cineCedida

No pretendo valorar las razones que han llevado a los protagonistas de esta historia –sean quienes sean y vivan donde vivan– a actuar como quiera que hayan obrado. Lejos de mi pensar siquiera que se trata de una trama de buenos y malos. Pero sí de una película con final triste porque, cuando alguien da el enorme paso de reiniciar su vida en otro lugar, busca un cambio positivo en su existencia y no sentirse tan mal en su nuevo entorno que decida escribir a los periódicos para contarlo.

Leí la carta al director en la que una mujer, viuda en vísperas del confinamiento, narraba que salió del mismo convencida de continuar su vida en un pueblo de Navarra. De acuerdo con la citada misiva, una vez instalada, se encontró con un entorno que le cerraba todas las puertas y le brindaba “un trato cruel” y “una vida hostil”. Decía haber sufrido el vacío de sus vecinos, sustentado en la maldición de la cuadrilla, “ese círculo cerrado donde nadie entra”. No sé ni quiero saber qué y cuánto hay de verdad en tanta acusación y cómo se sintieron y lo vivieron unos y otros. Pero acudir a la prensa para narrar semejante desazón vital tiene mucho de desolador. La lección está ahí: no olvidemos que la vida se parece poco a El hombre tranquilo o a Bajo el sol de la Toscana. ¡Qué daño ha hecho el cine!