Le llaman evacuación masiva o zonas seguras porque limpieza étnica y ocupación ilegal dejan más claras las consecuencias penales de la expansión militar y la expulsión del pueblo palestino de sus tierras que está llevando a cabo Israel. Es un paso más en el genocidio planificado al que estamos asistiendo con ademán impasible de no querer enterarnos de nada. Quizá insistir en esta columna con letras dedicadas a ello puede cansar a algunos lectores y lectoras, pero creo que es una obligación ética del periodismo asumir ese papel ante la impostura cómplice de la mayoría de nuestros dirigentes políticos de la UE. Todos los genocidios y este también han ofrecido y ofrecen como herencia sadismo, irracionalidad, desenfreno, incomprensión y maldad. El genocidio busca la eliminación colectiva de una identidad, una idea, un modelo de vida, una religión o creencia siguiendo un método preciso y planificado. Millones en los campos estalinistas y en los centros de exterminio nazi –judíos, gitanos, homosexuales, personas con discapacidad y militantes políticos, muchos comunistas y socialistas–, cientos de miles de chinos en la brutal invasión asiática del Japón imperialista o los pueblos indígenas en Latinoamérica o en América del Norte. Víctimas de las viejas ansias de conquista de nuevas tierras y riquezas antes, o de la colonización cultural y religiosa, ahora de los intereses geopolíticos o de la explotación y expolio de las tierras, los recursos naturales, los minerales y los seres humanos –como ahora en el centro de África y en otros lugares de ese continente–, por las necesidades e imposiciones económicas de las multinacionales. Son sólo algunos tristes ejemplos del negro historial que muestra la brutal inhumanidad de los seres humanos. La lista es larga. Este mes de abril se conmemora otro gran genocidio r, el que puso en marcha de forma premeditada Turquía en 1915 contra el pueblo armenio, y que supuso el asesinato de un millón y medio de personas. El recuerdo de aquellos hechos enfrenta a Turquía con la verdad y la historia, porque el gobierno turco no reconoce esta matanza colectiva. Tampoco España la masacre indígena de la colonización de América, ni el Imperio británico sus masacres en Australia, África o India o los EEUU la inhumanidad de su conquista de las tierras americanas a los pueblos originarios. Ni tampoco en la actualidad Occidente asume su carga en la persecución por parte del fanatismo islamista de los cristianos, alauitas, kurdos o drusos en Siria. El negacionismo niega todo, lo mismo el holocausto nazi que el revisionismo franquista o el genocidio palestino. Nadie reconoce ser parte histórica de un régimen de terror y muerte. Pero todos los genocidios humanos tienen cómplices necesarios y responsables señalados.