Rapidez de reflejos. Lo ha demostrado con solvencia Pedro Sánchez. Para cuando sonó la alerta de la irracionalidad trumpista, ya tenía la respuesta trazada. Lo hizo con esa cuidada escenografía que le encumbra, sobrio en el ritual trascendente de semejante ocasión, pero sin desprenderse de ese puntual aguijón incisivo que maneja sin desmayo para zaherir al adversario. En ese discurso de amparo comprometido, el presidente dejó un hueco significativo para destilar ese mensaje recurrente que le permita marcar con claridad, ante las emergencias sociales y económicas, la diferente sensibilidad entre las etapas del PP en el poder y la solidaridad efectiva que muestra su gobierno como marca de la casa.
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Asoman vientos zozobrantes. Auguran malas vibraciones. Un escenario irracional y desconocido. Ahora bien, quizá suponga la malvada excusa para desencadenar varias derivadas políticas de alcance inmediato. La ocasión propicia para articular el ansiado cordón sanitario en torno a Vox. La bala de plata para que el PP rompa su cordón umbilical con ese extremismo que tanto hiela la confianza democrática. Una oportunidad, efímera claro está, para que resurja puntualmente el bipartidismo, siquiera carcomido por esos irrenunciables recelos entre los dos partidos mayoritarios. Entre bambalinas, eso sí, seguirá el mismo ruido de siempre por culpa de esa izquierda desunida, o de los vergonzosos nuevos capítulos del nepotismo de Ábalos, la intencionada polémica desde La Moncloa sobre las universidades y, por supuesto, de los inevitables pero cansinos enredos judiciales. Ahora bien, nada comparable todo ello con el zumbido mediático alrededor del inmenso error que encierra la inconcebible denuncia del rey emérito contra Revilla.
Comenzaba la semana con el tropezón de la vicepresidenta Montero por relegar la presunción de inocencia y recibir una unánime tormenta de críticas descalificantes desde los frentes más diversos. Suponía, en su caso, el reflejo de la eterna duda metafísica: había hablado antes de pensar o, realmente, había dicho lo que piensa. La petición bastante obtusa de su posterior perdón tampoco aclara la duda, aunque no evita el retrato de la locuaz titular de Hacienda.
En cambio, no hay dilema alguno en asegurar ahora mismo que Podemos y Sumar caminan por senderos diferentes. No obstante, queda mucho trecho por recorrer hasta que suenen las campanas electorales, incluso para comprender que sería duro soportar una legislatura bajo el frío de la oposición. Hasta entonces, el pablismo seguirá erosionando sin desmayo a sus antiguos compañeros. Le acompaña la actual atmósfera belicista, que incita a procurar la seguridad como sinónimo de la defensa comprometiendo el gasto social por encima del voluntarismo de Sánchez. Ahí es donde la lengua afilada de Ione Belarra rasga sin piedad las exigencias que entrañan el obligado compromiso institucional y endosa a sus rivales una imagen muy dañina para las esencias ideológicas de su común electorado. En este clima de abierta hostilidad, debe resultar hiriente para Sumar que se le reduzca a una mera comparsa del PSOE después de haber nacido para aglutinar un espectro que sigue esperando su auténtico nivel de representatividad.
Reacción de Estado
La elocuente conmoción generada por la envolvente guerra comercial a la que se asiste ha engendrado en la inmensa mayoría del tablero político estatal un racional convencimiento de acción concertada. Queda al margen de la ecuación la esperada respuesta de la ultraderecha, empecinada en cabalgar sobre unas alucinantes teorías que simplemente sacuden el sentido común. Produce grima escuchar las peregrinas justificaciones arancelarias por parte de Abascal y de su histriónico portavoz económico (?) Figaredo. No sería descabellado imaginar que esta posición compasiva con la locura trumpista remitiera a medida que el sector agrícola empiece a sufrir sus primeras pérdidas millonarias.
Otra vez la coyuntura compromete al PP hasta el límite de condicionar buena parte de su suerte futura. De momento, el triste escenario surgido le favorece porque lastra a Vox. En Génova lo celebran. Entienden que es el momento fetén para desembarazarse de la losa que les sigue acompañando fatídicamente ante unas próximas generales. Sin embargo, la alegría les dura poco tiempo en el análisis porque sienten las ataduras de varias autonomías. Sin ir más lejos, ahí está la alcaldesa de Valencia recuperando su mayoría con los extremistas para seguir la estela de Mazón. Entre ambas vías, Feijóo no tiene otra alternativa que ofrecer un apoyo exigente a las necesidades de su país. Eso sí, con Sánchez al timón