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Hablando en bata

Victor Prieto

Oscuro y telón

Oscuro y telónIbán Aguinaga

A ver, chaval, te lo diría en la calle pero ya no puede ser. Me habré cabreado alguna otra vez contigo (pocas, seguro) pero esta es la primera que consigues enfadarme más que una novia indecisa presidenta de un club de fans de Miguel Bosé. Esto no se le hace sin avisar a un compadre con más de nueve quinquenios en el ejercicio de su cargo, cabrón. Y no me vale que ya hubiera indicios del adiós y que era algo previsible. Marcarte un mutis por el foro así, tan pichi como eras, con oscuro y telón y limpiándote el ojete con un guión que te daba aún más papel... no son maneras de abandonar la escena, traidor. Esta me la debes.

¿Por qué? Pues porque en esta tierra nuestra donde germinan los quisquillosos con mayor facilidad que los cardos, te dejabas ver como un tipo equilibrado que proporcionaba educadamente a cada uno de ellos la cantidad de cuerda suficiente para que se ahorcaran solitos en su torpeza. Y que cada palo aguante su vela, cada limaco a su berza y que Dios reparta suerte porque como reparta justicia igual no queda en pie ni el tato. Así concluían frecuentemente nuestras conversaciones entre vino y vino (siempre sin abusar) y faltas de respeto al incombustible Javier, atrincherado tras su barra del Guria, pobrecito nuestro.

Lo veo como si fuera hoy, porque de hecho es hoy: estoy acodado en la barra del Guria tomando un rosado de lágrima obtenido mediante sangrado (manda huevos tanta referencia tétrica) aunque esperando esta vez la llegada de mi amigo adoptivo y sin embargo mascota, Matías. Entra. Le digo que se pida lo que quiera. Responde que quiere una mujer guapa, inteligente, divertida y un gintonic. Le comento tu óbito. Jura no recordarte. Javier le saca un té por tocar lo de abajo. “Matías”, insisto “os conocisteis, seguro”. Esfuerzo inútil. Aparto el té, le pido el gintonic (reincido porque he consultado el diccionasaurio de la RAE y me ha saltado el antivirus) y le dejo beberlo mientras le doy lo único que no me cuesta dinero: la espalda.

Recuerdo ahora el chiste que dejamos tú y yo a medias. Un tipo está en la consulta del médico y éste le espeta que lo suyo no tiene remedio. El tipo pregunta alarmado si se trata de un tumor incurable. El galeno responde que no, pero que un paciente que pide análisis y consulta cada semana acaso no esté enfermo, pero no tiene enmienda ninguna.

- Tal vez tenga razón, doctor, pero semana a semana me tranquiliza no tener nada serio. Si me diagnosticara algo grave me cambiaría de médico.

Así somos, Chema, Txemari, Josemari. Tontos paradójicos como personajes sin cabeza, compadre.

In memoriam J.M.M.