Síguenos en redes sociales:

Recursos humanos

Maite Pérez Larumbe

‘Boomerasking’

‘Boomerasking’Cedida

Acabo de conocer una nueva palabra que pone nombre a una acción tan vieja como el mundo. La palabra es boomerasking, de boomerang y ask, preguntar, y se refiere a aquellas preguntas que hacemos y nos hacen sin que las anime el interés de conocer la respuesta de la persona interrogada, sino con el pérfido objetivo de colocar íntegro y detallado un discursete especulativo, un episodio biográfico o una opinión. Si nos lo hacen, podemos pensar ohhh, le interesa lo que yo pueda decir para, al momento, descubrir que ohhh, no le interesaba lo que yo pudiera decir. Es una estrategia para la más desvergonzada autoescucha. Cualquier tema da contenido a esta amenazadora práctica. Logros, aprendizajes y proyectos, viajes y planes, enfermedades y curaciones, sufrimientos y satisfacciones son terreno abonado, aunque lo cierto es que al boomerasking todo le viene bien, es omnívoro, como un oso.

Me imagino que al boomerang se le ata una cuerda que rodea al interlocutor en su giro y lo cerca, haciendo que cualquier intento de escape sea tan evidente que la reacción más habitual sea la claudicación. Claudicamos cuando nos rodean y hacemos claudicar cuando rodeamos. De entrada, no es un panorama atractivo, ¿no?

Desde luego, hay quien no lo practica. Piensen en aquellas personas que ocupan el espacio de la comunicación como si fuera su cuarto de estar, sin disimular su despreocupación por la opinión ajena, o en aquellas tan tímidas o reservadas que apenas participan en las conversaciones o en las que se comunican de forma tan genuina que solo preguntan cuando tienen interés en la respuesta. Pero el común de los mortales caemos con mayor o menor frecuencia. Ahora que he visto nombrado el fenómeno, me pregunto por su necesidad y me veo en un par de momentos recientes. Qué apuro.