Pues no sé, la verdad, pero donde yo vivo los niños juegan en la plaza, se ve pasear a la gente, hay ambiente en las cafeterías y en los bares, las estadísticas hablan de que la sociedad lee bastantes libros. Sí, claro, el lunes por la tarde había más barullo, parecía San Fermín pero en abril y por todos los barrios. Hacía bueno, no había luz en muchas casas, los niños no tenían clase o muchas extraescolares, padres y madres igual no tenían que volver al curro, la gente prefería estar ya cerca de casa, en casa había pocos entretenimientos… Había cero o casi cero plazas para aparcar cuando a las 6 de la tarde aún suele haber muchos huecos.
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Pero no creo que fuera una tarde noventera –como he leído y oído en medios de comunicación nacionales–, exagerando el individualismo y el exceso de tecnología de 2025 y recordando los 80 y los 90. Sí, en los 80 y 90 si me apuras había de normal más personas en la calle, los niños quizá salían más, pero en esta ciudad pequeña y bastante amable los niños y niñas siguen saliendo a los parques y a las plazas. Y también los mayores.
¿Que el lunes hubo una especie de suelta general y todos íbamos por ahí buscando pan y alguna pila y estaba todo como si las casas dieran miedo y nadie quisiera entrar en ellas hasta la noche? Pues sí, normal, somos animales sociales y también había que charlar con los vecinos y comentar la jugada –y la cierta inquietud de primera hora, cuando algunas noticias hablaban de un apagón europeo– apurar la buena tarde, pero al final lo que hay que lidiar es con lo que tenemos ahora a nuestro alcance.
En los 80 y 90 te podías aburrir como un hongo, como en los 60 y los 70, al igual que ahora. Lo que nos sobra, eso sí es cierto, es mucha hora de enganche tecnológico prescindible. Y cacharros que necesitan electricidad. Por lo demás, al menos en los sitios pequeños, la sociedad sigue haciendo bastante sociedad.