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A PROPÓSITO

Jesús Barcos

La gran alteración

La gran alteraciónUnai Beroiz

El filósofo Fernando Broncano afirma que uno de los sesgos menos conocidos y más peligrosos es tomarse a sí mismo como muestra representativa de lo que piensa la mayoría. Asumiendo que el que tiene boca se equivoca y quien aporrea un teclado aún más, el defecto nos puede devorar a todo chichifú, y más en estos tiempos de generalitos que buscan sobreexcitar a sus huestes.

Como decía una viñeta reciente de El Roto en El País, “hoy en día la mili es ideológica y en formato digital”. Después esos milicianos, instruidos por el algoritmo, toman cafeterías, terrazas o comedores como si fuesen su cuartel, y a la que te descuidas te apuntan con el dedo y pretenden que desfiles al son de su corneta.

Pensarnos más

Hablando de ideas, la editorial Arpa acaba de publicar Por qué pensamos lo que pensamos. Un libro escrito por Vicent Botella i Soler, doctor en Física, y por Javier López Alós, doctor en Filosofía. Un ejercicio oportuno en este contexto abrumador, “expuestos sin pausa a estímulos e informaciones de toda índole” y en el que se exigen “respuestas rápidas y categóricas”.

El libro se presenta como una guía para quienes buscan “entender mejor la naturaleza de su propio pensamiento y aprender a gestionar las limitaciones cognitivas”. Recuerda que nuestras creencias no surgen de la pura lógica, sino de una “red compleja —y muchas veces invisible— de sesgos, inercias y narrativas”, que requiere destilación. Cosa nada sencilla en un mundo donde cotiza sentar cátedra, tallar mandamientos y convertir esquemas mentales y emocionales en automatismos rampantes.

El lunes del apagón sufrimos un nuevo temblor comunitario, que lejos de vertebrar consensos, ha vuelto a inflar el nivel de desconfianza

El riesgo del conspiracionismo

Cancelar toda duda es como ir pisándonos los tirantes de los zapatos; el tozolón puede llegar repentino. La democracia debería abrirnos la mente al basarse en el reconocimiento de la pluralidad, pero la política oferta productos envasados. Es lógico que cada cual sienta que los argumentos se decantan a su favor. Lo que no procede es creerse en posesión permanente de la razón. Por más empaque que nos demos, somos como plancton marino, nos suelen arrastrar las corrientes. También al personal con tendencia conspiranoica, pues como avisa este ensayo, “el conspiracionismo hace un uso muy eficaz de muchos de nuestros sesgos cognitivos”. 

Tratar de comprender la realidad requiere de más cautela, y políticos, periodistas y opinadores la perdemos a menudo en el fuego de artillería. Este libro sugiere pensar el pensamiento. Eso conlleva asumir nuestros cráteres de ignorancia, que somos de hablar mucho y escuchar menos, de tomar la parte por el todo, de arrojar nuestra sapiencia y creernos infalibles.  

Qué lunes el de aquel año

El sosiego es sustancial ante estropicios distópicos. El apagón del lunes supuso un nuevo temblor comunitario, que lejos de vertebrar consensos, ha vuelto a inflar los niveles de desconfianza y de belicosidad ideológica. Este siglo rutilante nos dibuja un mecano altamente tecnificado, más exigente y complejo, que hay que gestionar y regular. Nuestro proceso de electrificación ha recibido una sacudida enorme. Es de reconocer que se trabajó a destajo y a contrarreloj para recuperar la normalidad, no había otra. Fueron horas críticas, como dijoPedro Sánchez, que volvió a mostrar grosor político y capacidad de reacción. Ahora toca aclarar qué ha ocurrido y actuar en consecuencia. Desde luego, la implicación del CNI para ayudar a dictaminar lo que ha pasado añade inquietud en una opinión pública otra vez recalentada.