Los chavales que en los 80 ya queríamos ser periodistas deportivos, tal vez sin más pretensión que ver en primer persona partidos de fútbol o Juegos Olímpicos o a los ciclistas de cerca en el Tour, teníamos a narradores televisivos que no serían los más graciosos del lugar pero que con sus carencias y tics pero con mucho oficio y conocimiento nos narraban la épica del deporte con mucho nivel: Héctor Quiroga, José Félix Pons, Pedro Barthe, Luis Miguel López, José Ángel de la Casa, Gregorio ParraDe la Casa, que ha fallecido estos días tras años de batalla contra el Parkinson, pasó a la historia como el locutor del 12-1 a Malta –a pie de campo estaba el no menos mítico Alfonso Azuara, también fallecido–, pero fue mucho más que un locutor de fútbol, a quienes los osasunistas y culés sin dudarlo llamábamos José Ángel De la Casa blanca, porque era más madridista que Bernabéu.

Digo que De la Casa fue mucho más porque también era la voz de muchas citas atléticas, de menor repercusión que las futbolísticas pero de gran importancia en los 80, con aquellas primeras medallas olímpicas y mundiales y la retransmisión de los grandes mítines internacionales.

Apenas sin compañeros o apoyos en la cabina, De la Casa te contaba los partidos o las pruebas con una economía de lenguaje que ahora parecería ridícula, sumergidos como estamos en retransmisiones con 3, 4, 5 y hasta más protagonistas, 90 y pico minutos de logorrea sin fin que muchas veces te hacen sentir nostalgia de aquellos días en los que no te contaban que mengano había planteado un bloque bajo o yo qué sé qué tecnicismos más propios de cursillos de entrenador que para oyentes corrientes y molientes. Pero son los tiempos en los que estamos, oigan, unos a los que no llegó un ya prejubilado en 2007 De la Casa, que, como casi todos sus coetáneos, era más parco y serio pero igualmente –o a días hasta más– emocionante y efectivo.