Aunque finalmente fue elegido Canciller en segunda votación, Friedrich Merz no logró imponerse en el primer intento ante el Bundestag, dejando al descubierto fisuras inesperadas en su propia coalición y generando incertidumbre sobre la solidez del gobierno entrante. Lo que debía ser un trámite para escenificar la unidad del nuevo bloque conservador-liberal se transformó en un aviso: Merz arranca su mandato con una mayoría frágil y bajo sospechas de descoordinación interna. La escena ha sido seguida con atención desde Bruselas y otras capitales europeas, donde preocupa que el socio clave del eje continental inicie esta nueva etapa sin una base parlamentaria plenamente alineada. La imagen de un liderazgo cuestionado desde el primer día podría condicionar su capacidad de interlocución en los grandes debates europeos, desde la ampliación de la UE hasta la reforma del pacto de estabilidad. Alemania, tradicional garante de estabilidad, se asoma a un periodo de tensión política interna que Europa no puede ignorar.
EL CASTIGO DE LOS SUYOS
El líder de la CDU llegó al pleno de investidura con un acuerdo de coalición sellado con el SPD y con apoyos puntuales del ala más conservadora del centro, pero no logró convencer a todos los diputados de su bloque. En la primera votación, se quedó a 13 votos de la mayoría absoluta exigida, lo que desató especulaciones sobre deslealtades internas y negociaciones mal cerradas. Aunque horas después fue elegido en segunda votación por mayoría simple, el episodio proyectó una imagen de debilidad que marcó el inicio de su mandato. La escena sorprendió en Bruselas, donde se esperaba un relevo sin sobresaltos tras el gobierno tripartito de Scholz. Merz, que prometía un tono firme en política exterior y mayor ortodoxia económica, comienza su andadura con una fractura visible y una autoridad mermada. En política alemana, un primer fallo parlamentario no es una anécdota: es una señal.
ALEMANIA IMPRESCINDIBLE EN LA UE
La Comisión Europea y varios gobiernos de peso siguen con atención este arranque titubeante, conscientes de que Berlín es un actor indispensable para desbloquear varios expedientes clave. La posición alemana sobre el nuevo pacto fiscal, las reglas de déficit o la política industrial verde será decisiva, pero ahora puede estar condicionada por la fragilidad interna del nuevo ejecutivo. En los pasillos comunitarios ya se comenta que Merz tendrá que “gobernar mirando de reojo al Bundestag”, lo que limita su capacidad de maniobra en negociaciones rápidas o sensibles. Además, su promesa de endurecer el control migratorio y revisar las contribuciones al presupuesto común puede encontrar resistencias no solo fuera, sino también dentro de su propia coalición. Francia, Italia, España y Polonia observan con cautela el margen de acción real del nuevo Canciller, mientras la Presidencia del Consejo teme un interlocutor menos previsible en Berlín.
CRISIS GEOPOLÍTICA MUNDIAL
El canciller Merz ha prometido recomponer la unidad de su coalición y mantener el compromiso europeo de Alemania, pero el arranque incierto debilita su autoridad tanto dentro como fuera del país. Las próximas semanas serán claves para demostrar si el traspié fue un mero accidente o el síntoma de un equilibrio inestable que puede traducirse en parálisis legislativa o falta de claridad en las posiciones exteriores. En una Europa enfrentada a desafíos simultáneos –desde la guerra en Ucrania hasta el rearme industrial frente a China y EEUU– a fortaleza alemana no es solo deseable, es imprescindible. Si Berlín se convierte en una capital absorbida por sus propias disputas internas, el eje franco-alemán puede perder fuerza y Bruselas, velocidad. La UE necesita certezas y Merz, si quiere influir en ella, deberá primero ganarse la confianza de los suyos.