¿Les suena de algo un tal Juan Antonio Reig Pla? Pues es alguien que se presenta ante uno extendiendo la mano con el dorso hacia arriba esperando que agaches la testa y se la beses. Si les digo que lleva anillo episcopal de oro con piedra de zafiro, se irán haciendo una idea que el tipo en cuestión pilló cacho en la multinacional de la fe católica hace tiempo.
Reig Pla lleva tiempo ostentando el título de matón bocachanclas de dicha institución con la distinción de agitador cum laude. Hace años se apuntó a la guerra cultural marca Iglesia de España oficiando misas por Franco y criticando la Ley de Memoria. Y ahí sigue, erre que erre.
Durante los veintitantos años de obispado hizo una lista de indeseables y se lanzó a por ellos: putas, maricones, divorciados, mujeres que abortan, trans, lesbianas, todo lo que se moviera en dirección contraria debía acabar chamuscado en las llamas del averno.
En 2018 presentó el libro del cardenal Carlo Caffarra, uno de los cuatro cardenales hooligans que en 2016 plantearon la desobediencia al papa Francisco. Tuvo la jeta de decirle al papa que si le criticaba era por amor. Aquello sonaba a: “la maté porque era mía” y el papa se lo calzó sin dilación, previa dimisión del menda como CEO de la diócesis de Alcalá.
Lejos de refugiarse en una jubilación sentado en un banco perdiendo el tiempo, se apuntó a la última Odio xtrem race celebrada en Alba de Tormes durante la misa del 11 de mayo pasado. Aquí se vino arriba diciendo que los niños que nacen con discapacidad son “herencia del pecado y del desorden de la naturaleza”.
Dicen que Dios, al oír esas palabras se levantó de su larga siesta y le recordó el milagro de aquel paralítico del levántate y anda. Por ver cómo reaccionaba.
Pero Reig, que es muy suyo, lo mandó a la mierda acusándolo de pervertir al mundo en nombre de una fe que solo cree en los efectos de colesterol.