Es imposible seguir la actualidad sana y productiva –que la hay– que generan los partidos políticos en España, en la medida en que llevamos años y años enfrascados en cuestiones que poco o nada tienen que ver con el día a día de la ciudadanía y sus preocupaciones reales y sí y mucho más con asuntos paralelos de las actividades de los partidos y sus integrantes –más o menos lícitas, o incluso ilícitas, que de todo hay–, así como metidos en la campaña total de acoso y derribo al presidente del Gobierno y al gobierno entero, una campaña que se inició desde el primer minuto que se formó por vez primera en la historia un gobierno de coalición con ministros y ministras que no fuesen solo del partido único gobernante.

Llevamos así, tragando guerra política sin cuartel, desde enero de 2020, aún más si cabe que los dos años anteriores, cuando el PSOE gobernó en solitario tras la moción de censura a Rajoy. 7 años de la derecha en el banquillo son demasiados para ella y ataca con todo lo que tiene a mano. Ahora el lema es Mafia –la que representan el PSOE y Sumar– o Democracia –la que representan ellos–, una patada hacia arriba de la descalificación, en un escenario en el que se superan los mínimos niveles de ética política exigible. Ya vale todo y a ello se aplican sin descanso, también a través de medios de comunicación muy discutibles y de otros que antaño se presumían cuando menos tradicionales y algo honorables y que en este devenir han derivado poco menos que en medios para derribar a un gobierno.

El último sainete tiene que ver con la UCO, pero, sinceramente, hay que meterle horas y horas y horas a cada uno de estas decenas de temas que van surgiendo, dando la sensación de país irrespirable, podrido hasta el suelo y en el que todo está contaminado. Una táctica que en otros lugares ha dado resultado y que aquí, por qué no, perfectamente podría darlo de aquí a 2027.