Las películas y los libros son como la vida, por eso enganchan. Lo he dicho muchas veces pero no me canso de repetirlo. Hay historias en el cine y en las páginas que resultan creíbles aunque no son reales, pero más increíbles son algunas de esas historias cuando las ves y las lees en la vida real.
Personajes de carne y hueso que no hace falta imaginar porque los tienes o los has tenido delante. Los hay de todo tipo. Pero algunos de los que más impresionan son esos tipos, casi siempre hombres, que hacen de la mentira su modo de vida. Esos quienes se inventan una vida paralela, de apariencia sólida, estable, impoluta, ejemplar, honesta, bajo la que esconden toda la oscuridad que no quieren que salga a la luz.
Hablo de esa otra mentira que acaba destrozando todo lo que alcanza, la que se asienta como una forma de ser y de estar. La que les hace mirarse al espejo y ver a otro, porque hasta ellos se la creen. Y se sienten impunes, sobre todo cuando tienen poder. Y pasan por la vida con su mentira por delante sin que sea fácil verla, porque están convencidos de que la verdad son ellos y no el resto. Esa verdad tan necesaria en política y en todos los ámbitos de la vida.
Coincido con Manuel Vicent en que ser un político corrupto tiene que ser mucho más complicado y difícil que ser un político honrado. Y exige tener mucha memoria para mentir permanentemente. Por eso son los menos. Pero los hay. Vean la película El Reino,del genial Rodrigo Sorogoyen. Creo que la deberían poner estos días en el Congreso y pasarla por las televisiones públicas.
Allí está Manuel, interpretado por Antonio de la Torre (ahora es fácil ponerle el nombre de otro político de por aquí cerca). El es un influyente vicesecretario autonómico que lo tiene todo a favor para dar el salto a la política nacional, pero a partir de unas filtraciones que le implican en una trama de corrupción, junto a uno de sus mejores amigos, su perfecta vida se desmorona. Los medios se hacen eco del escándalo y sale a la luz toda la maquinaria de corrupción que lleva años funcionando. Manuel no es el del todo el malo de la historia, pero para eso hay que verla.
Aquí, en la trama que ha salido a la luz tras conocerse los audios de la UCO, tenemos ya muchos malos, o al menos no buenos. Lo que estamos presenciando, como en una serie por entregas, nos acerca a la historia de ficción que Soroyogen llevó a la pantalla. Es la imagen que nadie ha sabido ver de la corrupción de algunas personas de un partido que se dice progresista y de izquierdas. Con personajes más propios de una película de Torrente. De momento son la cereza podrida de la cesta. Pero hay que seguir mirando, para ver si con sacarlas lo demás se puede salvar. O no.