El pasado año el Transporte Urbano Comarcal superó por primera vez la barrera de los dos millones de usuarios durante las fiestas de San Fermín. Un incremento de casi el 12% respecto a 2023. El tráfico de villavesas durante esos nueve días debería ser declarado “esencial”, como ocurrió con algunos sectores de producción y servicios durante la covid.
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Del 6 al 14 de julio, los autobuses verdes circulan como salvavidas en las horas punta; hay empujones por subir a bordo, las colas de espera rebasan aceras y marquesinas, y dentro del vehículo el pasaje se aprieta más que en un baile agarrao.
Si la huelga –un derecho de los trabajadores– sigue adelante, el problema de desplazamientos que se genera es morrocotudo; recurrir al coche particular no es práctico por las dificultades de aparcamiento ni recomendable por el consumo de alcohol. Este conflicto laboral perjudica seriamente a la población, que estos días ya sufre demoras que superan la media hora.
TCC y comité no llegan a un acuerdo tras doce horas de reunión y sigue la huelga
No sé si la empresa concesionaria puede atender la demanda de los trabajadores al cien por cien, pero las peticiones del comité se antojan razonables, no solo en lo concerniente a las mejoras para la plantilla sino en lo que atañe a la renovación de la flota de vehículos en un escenario cada vez de mayor demanda, como demuestran los números.
En todo caso, el contratiempo que provoca la huelga en estas fechas es mayúsculo, por lo que entiendo que se hace necesaria la intervención ya del Gobierno foral para alcanzar un acuerdo. Esta en juego, también, la imagen de la capital de Navarra.