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La camiseta de Osasuna

Pablo Gil Garda, de la peña Gent del Bou de Almassora, Castellón, arrastrado por Orrojado.Foto: J.A. Goikoetxea | Galería: Javier Bergasa / Unai Beroiz / Iñaki Porto / Oskar Montero / Iban Aguinaga

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Andan los dirigentes rojillos, y también los del resto del mundillo futbolístico, presentando estos días las camisetas con las que sus equipos saldrán a jugar durante la temporada 2025/2026. Dicen, o por lo menos eso he leído yo, que el diseño para la de esta temporada se empezó a gestar hace un año más o menos y que enseguida, las diferentes marcas textiles se pondrán a la faena de pensar en las de dentro de un año. Todo sea por colocar a los aficionados un producto que tiene la caducidad del fin de la novedad pero por el que te van a soplar alrededor de cien euros.

Y luego va y en cualquier pagina web con muchos caracteres chinos o en los diferentes mercadillos del mediterráneo español puedes conseguir la de Lamine Yamal o la del cisne Budimir por menos de veinte pavos si sabes negociar bien.

Viene todo esto -porque esta columna va más de toros que de balones- a lo que Orrojado enseñó en la primera parte de la Estafeta a los fabricantes de prendas deportivas de calidad.

Resulta que ese precioso castaño de 550 kilos había entrado como una exhalación en la cerradísima curva que acaba con Mercaderes y abre la Estafeta, chocó de forma ostentosa contra el vallado ciego y la pared, cruzó la calle de izquierda a derecha y mientras recuperaba la velocidad hizo por la mocina que había allí, atropelló a un corredor impecablemente vestido de blanco que no lo vio venir y luego metió su cuerno derecho entre el cuerpo y la camiseta azul de quien iba justamente por delante.

Fue, hasta ahí y también a partir de ahí, un encierro espectacular, rapidísimo, con la manada partida, muchos empujones y caídas de hombres y animales, con situaciones que sirvieron para hacer las delicias de espectadores y profesionales de la imagen porque anda que no habrá fotos y videos del estreno de los de Álvaro Núñez en Pamplona para subir a las redes sociales.

Pero a lo que íbamos, Orrojado y el corredor conocieron de primerísima mano lo que por aquí conocemos como el capotico de San Fermín, esa ayuda divina del santo morenico que evita todas las mañanas entre el 7 y el 14 de julio que los partes de heridos no se asemejen a un parte de guerra y que, cada día, con media docena de traslados de mayor o menor relevancia a los centros hospitalarios se de por terminada la función. Esta vez, lo que pudo acabar en tragedia, se finiquitó con aparatosidad pero, afortunadamente y a primera vista, sin graves consecuencias.

Estoy seguro que esos apenas dos o tres segundos al corredor le parecieron horas y también pienso que aunque el toro lo arrastró unos ocho o diez metros, a él le pareció que iba colgado del burel por media calle Estafeta y la situación tenia pinta de acabar de cualquier forma menos bien...hasta que finalmente se rompió la camiseta y uno, el de cuatro patas, siguió galopando camino de nuestra Monumental y el otro, el de dos piernas, quedaba tendido en el suelo pensando -supongo- en aquello de "virgencita, virgencita, que me quede como estoy".

Pues nada, aviso para quienes suministran las prendas deportiva a Osasuna -esa marca italiana con nombre de presidente francés- contacten con el protagonista involuntario de la situación más espeluznante de la mañana del 9 de julio de 2025 en Pamplona, pídanle una muestra textil de ese niqui que seguro va a guardar como oro en paño y hagan las camisetas rojillas con ese tejido capaz de aguantar hasta la embestida del más fiero de los animales. 

¡A ver quien para entonces a Aimar!