El Tribunal Supremo mantiene a Cerdán en el trullo. La Sala de lo Penal ha desestimado el recurso de apelación contra su prisión provisional. María Chivite ha tenido que abortar el ongi etorri preparado por la cuadrilla, con Elma Saiz al txistu y Ramón Alzórriz al atabal. Su “papel directivo” en la trama objeto de investigación judicial responde a “indicios”. Su papel directivo en nombramientos y rumbos políticos del PSOE y del PSN resulta incontestable.
La voz de su amo y amo de otras voces. A la vez. La presidenta de UPN, Cristina Ibarrola, se había prestado a trenzar los pasos del aurresku porque se le van los pies con la alegría del escándalo socialista. Chivite no está para levantar las piernas en esa danza exigente. Bastante ha tenido con asomarse desde la trinchera del silencio para levantar los ánimos de la militancia: “Un socialista nunca se rinde”. La honestidad, “seña de identidad” de su formación. Desmemoria grave. El olvido, consigna. La perplejidad, argumentario. Chivite aboga por reforzar los controles en procedimientos públicos y su vicepresidente Taberna anuncia una próxima Ley foral de Transparencia. Taponar “rendijas” como profiláctico propósito de enmienda. Rendijas conocidas, consentidas y utilizadas desde la constitución del Estado Autonómico, en una sistémica oportunidad de corrupción en distintos grados. La transparencia política e institucional es tan creíble como currículos y declaraciones de bienes.
Camelo. Paripé. ¿Quién controla y verifica? Ibarrola augura que “la sombra de la corrupción acorrala” a la presidenta Chivite “y que va a acabar con su Gobierno y su carrera política”. La jefa de UPN tendría que moderar su vaticinio: los socios de Gobierno y el decisivo apoyo externo de EH Bildu viven confortables en la actual estabilidad. Ni Podemos ha podido alterar a Contigo-Zurekin. La conveniencia alimenta la resistencia. La argamasa de los intereses cómplices. Solo se quiebra con votos. Cuando toque.