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Quienes ya llevamos un saco de años en esto de seguir deportes recordamos perfectamente aquella vez en la que José Miguel Echávarri, mítico director de Reynolds, Banesto y demás, dijo lo de El Tour del 2000 será Blanco, con uno de sus habituales juegos de palabras. Se refería a que Santi Blanco, corredor del equipo, sería un dominador del ciclismo mundial. No fue así, ni de lejos. No fue así de la misma manera que en muchos deportes –atletismo y ciclismo, sobre todo, pero también en deportes de equipo– hay cientos de caso de atletas que fueron campeones mundiales o europeos y que se proyectaban hacia el futuro como estrellas y que cuando llegaron a la elite o al poco no terminaron de cuajar como se esperaba.

Es evidente que con Paula Ostiz Taco, doble campeona mundial y europea junior, estamos ante alguien especial, pero la pamplonesa tiene solo 18 años y de la misma manera que celebramos todo lo que está logrando hay que tratar de atarse un poco los piropos y las expectativas. Fundamentalmente para no meterle desde fuera –y que ella tampoco cometa el error de autogoabiarse en exceso ella misma– una presión inusitada por convertirse en una reina del firmamento ciclista profesional.

El ciclismo profesional, en hombres y en mujeres, es una cosa muy dura, que traga carreras e ilusiones sin despeinarse y una categoría en la que se da un salto muy importante con respecto a las categorías inferiores: en velocidad, en kilometrajes, en preparación, en presión, en todo. Además, ejemplos hay a patadas de personas cuyos organismos rinden de manera espectacular entre los 12 y los 18 o 20 años y que luego no siguen progresando de esa manera. Y viceversa. Por supuesto, nada de esto espero que suceda en el caso de Ostiz, pero haríamos todos mal si le metemos un solo gramo de presión. Año a año y que venga lo que tenga que venir y una por una que le quiten lo ganao.