Ha dicho Juan José Millás que para leer tienes que tener una incomodidad con el mundo. Supongo que incluye la lectura de prensa, como afamado articulista que es. Pero el mundo hoy incomoda tanto que mucha gente lo prefiere evitar, el más cercano y el más lejano, como si políticos y periodistas vendiéramos biblias a domicilio. Como si tuviéramos gripe o ronchas en la piel. Y te cavan un foso, y marcan distancia y te la hacen sentir, y duele más que un insulto. Nuestro trabajo público nos convierte en un engorro, en la pieza de un mecano que detestan. Y el silencio es su castigo, por haberte pasado de listo, de rojo, de azul, de morado, de indepe o de españolista. Antes te aleccionaban, hoy te esquivan. Es la gran elusión. Ahora que tanto se habla de cancelar, seguro que muchos han experimentado esa forma de borrado, de destierro intelectivo y afectivo, por lo que saben o dejan de saber.

ANTE LO COMPLEJO 

La política es tema serio y los asuntos tiesos o se esquivan o se lancean. Es verdad que lo político no vive su mejor momento. Los partidos no gozan de prestigio, cada uno tiene su troupe, su infantería y su tropa, y suele oler a cerrado. Pero los partidos (organizaciones políticas estructuradas) son imprescindibles.

Mucho se critica la superioridad moral ideológica, y se obvia la de quienes denostan la política mientras esculpen en mármol. Desconectar del debate público es desligarse de la complejidad de los problemas sociales, de la reflexión cultural, histórica o filosófica. Así es mucho más fácil sentirse atraído por la antipolítica, que se va metiendo hasta los tuétanos. Por cierto, la involución es una mancha de aceite tendente a extender su pringue. Cuidado con volver a tiempos felizmente superados. Cuidado con aplaudirlo bajo el barniz del antifascismo. Cuidado con los retrocesos, que son contagiosos.

El mundo nos incomoda tanto que mucha gente prefiere cavar una fosa y evitarlo, como si políticos y periodistas vendiéramos biblias a domicilio

REGAR CHARCOS

Falta autocrítica a raudales en los parlamentos y en las redacciones, pero tiene guasa que gente notablemente desinformada siente cátedra desde su autarquía mental. Si nos desentendemos de lo público abonaremos un terreno aún más propicio para oportunistas, cantamañanas y mercachifles. Y será como regar charcos. Millás, que es un hombre cultivado y reflexivo, acaba de publicar Ese imbécil va a escribir una novela (Alfaguara). Sin duda, un título tan brillante como repleto de sarcasmo. Millás siente que la lectura actúa como analgésico. Yo añadiría que es un alivio mutuo. De quienes escribimos gracias a quienes nos leen, y de quienes leemos para que nos sigan contando. Doble chute, doble placer.

ESCENAS MONCLOVITAS

Hablando de historia, ¿han visto La última llamada? Es una serie documental sobre las presidencias de González, Aznar, Zapatero y Rajoy, sus perfiles más personales y la evolución histórica en todo ese tiempo. Me pregunto cómo habría gobernado González con redes sociales, o cómo lo haría Sánchez sin televisiones privadas. La sobreexposición estresa y desgasta. El caso es que se han cumplido 43 años desde la victoria arrolladora del PSOE en el 82, los mismos que discurrieron desde 1939 hasta entonces. Recordando lo abrumado que estaba González en su Gobierno, su larga agonía política y su sufrimiento crónico, es llamativo su denodado afán en seguir impartiendo lecciones de maestría más que discutibles. González en su sempiterno papel de patrón sacrificado; un clásico. De Felipe a Felipe, el rey le acaba de conceder el Toisón de Oro, cuando la mística del timonel perpetuo ya cansa hasta en el PSOE.