A lo tonto a lo tonto –nunca mejor dicho– hace unas semanas -el 1 de octubre- que esta columna cumplió 20 años exactos en esta ubicación de este rotativo. 20 años. Leche. Eso son muchos años, pero si no me enseñan la puerta aguantaremos lo que nos echen. 2005. Anda y que no ha cambiado el terreno desde 2005. En 2005 no había ni teléfonos inteligentes, ni redes sociales, llevaba apenas unos meses Youtube y, de alguna manera, salvo por Internet y su eclosión la vida era muy similar a como era en 1995 o 1985, con sus diferencias, claro, pero de algún modo muy parecido. Falta mucha gente que en 2005 estaba, lógicamente, y si me pongo a hacer la lista me entrará la pájara emocional y no es plan, pero es asombroso la cantidad de, como dice Dylan, “gente hermosa que he visto desaparecer como el humo”.
Y ha cambiado también, menos mal, el autor, que seguro que mantiene alguna cosilla de lo que era en 2005 pero que ha vivido muchas cosas en estos años y como es normal ha sufrido mutaciones, confío en que ninguna grave y la mayoría para bien. También los medios de comunicación tradicionales han variado mucho y han perdido peso pero no importancia en la configuración de las sociedades a las que se dirigen. En la nuestra, la navarra, chiquita y apañada como cantaba Tijuana, la prensa sigue teniendo su poso y siendo totalmente necesaria, tanto en papel como en su versión digital, acercando al ciudadano la actualidad y las tendencias de un mundo que en muchas ocasiones parece que se ha acelerado tanto hacia no se sabe dónde que nos tiene un poco desubicados. Respiremos. A fin de cuentas, somos unos pequeños seres perdidos en pequeñas aldeas de un lugar remoto y poco visitado del planeta. Tenemos suerte. Casi todos, claro. Todos, por desgracia, no. A ver si nos vemos en otros 20 años o, yo qué sé, al menos andamos por estas aceras debatiendo sobre las últimas obras en alguna calle.