En contestación al señor Fernández Chasco
(...) Yo también quiero la libertad que usted pide para decidir cuándo y dónde ir de pesca y no dependiendo de unos permisos a los que se accede con demasiada antelación y mediante un sorteo, pero permítame decirle que tanta restricción (sin discutir si acertada o no) responde a la realidad de que van a sacrificarse muchos peces y es necesario controlarlo. Si todos, o al menos, muchos de los pescadores, devolviésemos con vida nuestras capturas, la cosa sería cuando menos distinta. Y ahora puede usted valorar cuál es el pensamiento único que está impuesto en el tema de la pesca.
Por otra parte, yo no soy exclusivo conocedor del ecosistema fluvial, sino un entusiasta aprendiz del mismo. Y aprender es lo que me ha permitido corregir conclusiones erróneas que yo había extraído de mi experiencia (que en tal caso no era sino ignorancia). Porque yo, señor Fernández, también tengo experiencia de unas décadas y no por ello sigo pensando como cuando era un chaval y muchas de las cosas que antes daba por veraces, ahora no pasan de simples chistes; y cuando frecuento lugares en los que encuentro bastantes truchas grandes o incluso algunas muy grandes, y veo que también hay muchísimas medianas y pequeñas, no puedo menos que cuestionarme la voracidad que algunos les atribuyen y después aprender de ello.
Y no piense que me reiré ni le llamaré de ninguna forma porque usted comenzase a pescar con un bote de conserva por carrete o le apetezca pescar con una caña de bambú y un carrete de mano. Yo también comencé sin carrete y hasta puede que en alguna ocasión con artes que probablemente no mereciesen tal calificativo, pero afortunadamente mi experiencia ha ido evolucionando para ser cada vez más eso: experiencia y menos de lo otro: ignorancia. Eso sí, esperaré de su parte que al menos se cuestione ciertos arquetipos como el pescador que va por la mitad del río metido casi hasta el cuello, pateando fondos y sacando a las truchas de sus refugios o el que utiliza equipos que superan con creces el salario mínimo.
Bueno, eso, y que admita que ya que los tiempos han cambiado, empeñarse en seguir haciendo las cosas igual que siempre puede ser una equivocación tremenda.