Yo tuve la suerte de conocer y convivir en el instituto Iturrama con Pedro Otaduy. Otros muchos la tuvieron también, aunque no todos supieran apreciarla en aquel momento.

De lo que la vida te regala en forma de actitudes personales, la de Pedro y sus compañeros de claustro ha sido un regalo para muchos, para cientos. Algunos de ellos, todavía jóvenes, no son capaces de apreciarlo en toda su dimensión, pero cuando dejen el instituto y la vida les enseñe los dientes, entenderán la suerte de haberse cruzado con un personaje como Pedro.

Haberse cruzado con el compromiso sin condiciones, haberse cruzado con la implicación sin horarios y sin complejos, haberse cruzado con la pasión del enseñante y, más aún, del educador: con alguien dispuesto a jugársela por un adolescente ajeno...

No lo eran para él; ni para Pedro ni para los valientes de su equipo ninguno de sus alumnos será nunca un ajeno. Eso nos enseñó y eso nos llevamos para seguir la estela de un hombre que con la estampa de su sonrisa perenne nos deja el testigo del compromiso tan sereno como tozudo.

Querido Pedro: En la despedida y con estas líneas solo quiero trasladar a tu familia el testimonio de mi admiración a tu persona; y a la sociedad, mi compromiso con actitudes que, como la tuya, marcan el camino de la valentía y la libertad. Eskerrik asko!