El pasado 21 de diciembre juró su cargo como presidente de España Mariano Rajoy, y lo ha hecho coincidiendo con la entrada en el invierno climatológico, que es la estación más dura. Parece una casualidad, porque se teme se encuentre con serios problemas para poder sacar nuestro país adelante, es decir, ante un panorama político invernal, pero al parecer el electorado ha detectado que Rajoy atesora una gran capacidad de gobernante, y le ha dado su confianza.

Es digno de admiración la vocación política que hace falta hoy para coger las riendas de un país que, como el nuestro, lleva navegando a la deriva estos últimos años, y es misión del presidente hacerse con el timón capaz de llevarlo a buen puerto. Cuenta con el apoyo de una mayoría, que el sexto sentido les ha llevado a su elección, ese sentido que se refiere a la capacidad de intuir (del latin in y tueri=mirar hacia dentro), también era considerado ese sexto sentido como sentido común, que como sabemos es el más común de los sentidos.

Hace unos años, el súbdito ruso Grigori Perelman consiguió resolver el teorema de Poincaré, considerado el problema matemático de mayor dificultad, y por el cual le otorgaron el premio equivalente al Nobel de matemáticas, y que él rechazó, dada su singular personalidad. Salvando las distancias, el nuevo Gobierno se va a encontrar con un teorema que va a necesitar a los mejores matemáticos para su resolución.

Como no podía ser para menos, ha habido toda clase de comentarios sobre su discurso de investidura. A mí me pareció bien, en momentos emotivo, al decir por ejemplo: "A veces, cuando las nubes de la pesadumbre ocultan el cielo, parece que somos incapaces de ver otra cosa, incluso ni imaginar que puedan desaparecer, ¡desaparecerán! Ahora nos enfrentamos a una tarea ingrata, como la que atraviesan esos padres, que se las ingenian para dar de comer a cuatro, con el dinero de dos". ¡Que Dios le ayude!