Del paquete de medidas aprobadas por el nuevo Gobierno, el recorte de 600 millones de euros en la partida de I+D+I parece el último de los atropellos por los que está pasando la ciencia made in Spain, en la que el argumento esgrimido de que solo se verán afectadas las partidas con ninguna viabilidad en un futuro próximo. Es totalmente criticable, si tenemos en cuenta que los beneficios de estas investigaciones tardan ocho años de media en producirse, unidos a una clase política que no ve más allá de las siguientes elecciones, y que se muestra incapaz de tomar las reformas estructurales necesarias para que este país salga del pozo en el que está metido.
Y es que, centrándonos únicamente en las consecuencias económicas que tendrá esto, basta con pararnos a pensar en los 30.000 euros de media que cuesta una carrera superior, unida a los 24.000 euros de un doctorado y al de las becas, que sumados conjuntamente, alcanzan la cifra de 72.000 euros por estudiante.
Que lo único que provocarán es que las mentes más privilegiadas de este país acaben por marcharse, mejorando la competitividad de otros países europeos a un coste cero, por lo que lo que la marcha atrás en la adopción de esta medida es lo mejor que puede hacer el ministro de Economía y Competitividad, don Luis de Guindos, si no quiere que aquel famoso dicho de Unamuno del "¡que inventen ellos!", acabe por convertirse en un mal incorregible.