El domingo, día 15, volvíamos de Suances a Pamplona con nuestros hijos, tras un fin de semana en Suances y Cabárceno. Nos encontramos entre Santander y Bilbao (km. 193 gracias a la información recibida) autopista de 3 carriles y con escaso tráfico en ese momento. Llevamos varios minutos de intensas lluvias y trombas puntuales que nuestros limpiaparabrisas a máxima intensidad tienen dificultades para evacuar, velocidad 100-110 kms., acorde a las circunstancias del momento, cuando nos adelanta un coche de la Guardia Civil indicándonos que nos desviemos al arcén derecho (acción que efectuamos detrás de su vehículo, en mitad de la salida de la autopista y con un arcén de escaso metro y medio). El agente I65113I, de la unidad 3902 (a su compañero y testigo M62949Y, de la misma unidad, Jefatura de Tráfico de Cantabria, nunca llegamos a conocerlo) nos indica que el motivo de la parada es que llevamos varios minutos circulando por el carril central de la autopista, entorpeciendo el tráfico y sin volver a nuestro carril derecho (recordemos que circulamos a una velocidad ligeramente inferior a la máxima permitida y sin vehículos a nuestro alrededor). La prueba de que entorpecemos el tráfico, según su versión, es que ellos se han colocado detrás de nuestro vehículo sin que nos apartáramos al carril de nuestra derecha (supongo que no nos apercibimos de ello por estar ocupados en ver la carretera, mantener la velocidad adecuada e intentar sobrellevar la tromba). La conclusión son 200 euros de multa por esta grave infracción (que ni siquiera lleva aparejada pérdida de puntos) y 30 minutos de espera bajo una lluvia pertinaz, aderezados por una teórica denuncia de robo de nuestro vehículo (posteriormente nos aclaran que se trata de un error al introducir los 7 dígitos de nuestra matrícula, cuatro números y tres letras). Después de lo relatado, nuestra familia de criminales logra darse a la fuga, después de culminar con este presente nuestro fin de semana de vacaciones. A pesar de ello, seguimos creyendo de forma rotunda que los agentes de la autoridad velan por nuestra seguridad y nuestra integridad física, más allá de cualquier posible interés económico o recaudatorio en la emisión de sanciones de tráfico.
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