Era el 24 de junio de 1995. Se calcula que unos varios cientos de millones de personas vimos una imagen ese día y son muchos más los que la han vuelto a ver los últimos dos días. En ella vemos a Nelson Mandela, presidente de Sudáfrica tras 27 años en la cárcel, entregando una pequeña copa dorada a un tipo rubio bastante más alto que él, François Pienaar. Ambos llevan la misma camiseta, un polo verde oliva con cuellos dorados. Es la camiseta de los Springbooks, la selección de rugby de Sudáfrica.
A ojos de quienes no conocen la historia de ese país no les resultará nada extraño verles a ambos con la misma indumentaria pero, quienes sí lo saben, reconocen en ella un símbolo de lo que la fuerza de un líder como Mandela puede suponer a la hora de reconciliar a una sociedad y de hacerlo con un deporte; el rugby.
En la Sudáfrica de los años 90 el rugby era el deporte de los blancos, el juego de los que habían mantenido el apartheid, una política de discriminación racial que avergonzaba al mundo. Una minoría blanca oprimía a la mayoría negra y la camiseta de los Springbooks simbolizaba esa vergüenza. Las grandes selecciones del rugby mundial se negaron a jugar contra ellos mientras durase el apartheid, dejando aislado al deporte estrella de los afrikáners, la minoría blanca sudafricana.
Mandela, aquel día de junio de 1995, se vistió con esa camiseta y se puso la gorra springbook, unos símbolos que habían representado hasta hacía bien poco al sistema que le había mantenido a él mismo 27 años en una celda de Robben Island.
Ganar aquella copa del mundo supuso mucho más que un éxito deportivo. Puso los cimientos de la reconciliación de un país desgarrado. Y lo hizo a través de un deporte, el rugby, que promueve unos valores que, pese a la dureza del juego, simbolizan respeto y convivencia. El respeto al contrario y a la figura del árbitro y el espíritu de equipo son los tres pilares básicos del rugby.
En una época de crisis social, de crispación y de preocupación por la falta de respeto a las reglas de la ética, la muerte de Mandela trae de nuevo aquella imagen de reconciliación y sirve para reivindicar que los valores del balón oval puedan trasladarse a otros espacios. Que pese a la dureza que nos está tocando vivir, el respeto al que no piensa como tú, a las reglas del juego que se ha dado la sociedad y que solo en equipo se superan los grandes obstáculos, no se queden sólo en retórica escrita sino que se pongan en práctica. Y que la foto de Mandela y Pienaar con la camiseta de los Springbooks no se quede en un recuerdo del pasado.