De rotondas y accidentes
Resulta vergonzoso para los ciudadanos, pero no tanto para las administraciones y los responsables, pero raro es el día que un usuario de la vía pública no sufre un accidente. Y no es negligencia del conductor o de los conductores, se trata de negligencia de la administración.
En términos generales las rotondas están con los peraltes colocados de manera irregular, por no decir, irracional. Las rotondas están colocadas en cuestas, en lugares que las convierten en caldo de accidentes.
¿Tanto cuesta preguntar a los agentes de las policías competentes dónde colocarlas y cómo peraltarlas? Lo que no cuesta nada es asfaltar las rotondas con asfalto antideslizante y, por supuesto, limpiar con especial esmero el aceite, el gasoil, la grava... ya que estos elementos las convierten en trampas. Uno entra en una rotonda y al rodearla no sabe con qué se va a encontrar. Con agua y suciedad son accidente seguro.
Además, muchas rotondas son un embudo, ya que circulas por tres carriles y de repente se reducen a dos. También puede ocurrir que cincuenta metros antes de entrar en la rotonda te encuentres una señalización vertical informativa que para entenderla haría falta pararse. ¡Y qué decir de los tocones de goma para mantener la guía del carril! Esto ya es el súmmum. No se respetan, la gente se coloca donde y como quieren.
Insisto, asfalto antideslizante, y pregunten a los agentes antes de construir más rotondas, rotonditas o aquellas que parecen auténticas plazas de toros.
Los usuarios no tenemos por qué salir para jugárnosla rotonda tras rotonda. ¡Ah! y no es problema de velocidad. No se trata de echar la culpa a quien no la tiene.