El mejor alcalde: el pueblo
Estos días ya estoy un poco cansado con tanta profusión mediática sobre Adolfo Suarez e Iñaki Azkuna, con tanta alabanza y sin ninguna crítica, por pequeña que sea.
Me voy a centrar en Iñaki Azkuna, al que algunos han decidido en calificar como "el mejor alcalde del mundo". Ya sabemos también que algunos comentan lo del "Mapa-mundi de Bilbao". En este caso, si se decide que el mundo mundial se concentra en la capital vizcaína... pues vale. También tengo que reconocer que en sus 15 años de alcaldía, ha hecho de Bilbao una ciudad atractiva. Pero... Un alcalde que se precie debe serlo de todos los ciudadanos y ciudadanas que están bajo su administración. Oír a Iñaki que "con la izquierda abertzale no iría ni a heredar"... es dejar a un lado a una gran parte de su ciudadanía.
Un alcalde debe funcionar como su vara de mando, que debe ser de mimbre. Su significado es rectitud y flexibilidad. Un buen alcalde debe ser recto y estricto, primero consigo mismo, después con su familia y amistades y lo más flexible posible con los que no piensan igual que él y que, incluso alguna vez, le han intentado hacer la vida imposible. Ese dicho famoso: "Al amigo... lo mejor, al enemigo... lo peor y al indiferente... la legislación vigente" un alcalde no lo tiene que practicar nunca. También tengo que reconocer que todo alcalde, dada su condición humana, tiene derecho a equivocarse.
Hace unos diez años, un alcalde de la Ribera navarra escribía lo que le decía su secretaria: "Los alcaldes sois como los Sanchos: en la primera legislatura, con la fuerza que traéis, parecéis Sancho el Fuerte. En la segunda, con la experiencia adquirida, parecéis Sancho el Sabio y, en la tercera, os entra una pachorra que parecéis Sancho Panza". Desde mi punto de vista, Iñaki Azkuna no cumplió con todos los requisitos para ser considerado un excelente alcalde, aunque haya sido el mejor de su mapamundi bilbotarra.