Para ser directivo de Osasuna habría que exigir un mínimo de educación. El descenso de Osasuna es una mala noticia para todos los navarros, también para los no aficionados al fútbol, porque difícilmente cobraremos la osca que de manera tan irresponsable se le ha ido dejando acumular por impagos a Hacienda. Sin olvidar, claro, los perjuicios a sectores como la hostelería e incluso al periodismo, donde también desaparecerán algunos puestos de trabajo.
No quisiera incidir en este negro panorama reflejado estos días en los medios de comunicación, sino subrayar las declaraciones de un miembro de la junta directiva de Osasuna. "Lo que tenemos que hacer ahora es echarle pelotas al tema -dijo Txuma Peralta-. Ahora sí es el momento de poner los cojones encima de la mesa".
A la vista de los negros nubarrones que amenazan el futuro del club, la declaración podría considerarse una anécdota que incluso habrá merecido el aplauso de algunos. A mí, por el contrario, me parece una salida de tono impropia de un dirigente de Osasuna. Aparte de que mejor le hubiera ido si reclama esa actitud a los jugadores en los últimos meses, sus formas son impresentables. En el mundo del fútbol somos testigos frecuentemente de comportamientos agorilados, que flaco favor le hacen al deporte. Pero el colmo es que sea un directivo, para nuestra vergüenza de Osasuna, quien demuestre tal falta de educación.
Está claro que Osasuna tiene ahora muchos retos en varios frentes. Uno de ellos, sin duda, mandar a casa a los dirigentes maleducados que dejan la imagen del club, y la de Navarra, a la altura del barro.