durante estos primeros días de noviembre, por una larga tradición en nuestra cultura, nos acercamos a los cementerios para recordar a las personas queridas que se fueron y hasta es recurrente que se represente Don Juan Tenorio, con toda la simbología que suscita. Por eso, el día 2 de noviembre, elegido como Día de la Muerte Digna, es una fecha propicia para hacer una llamada a la ciudadanía para que reflexione sobre el buen morir.

Debemos perder el miedo a pensar y hablar sobre el morir. Para eso se declara este día internacional, para que la reflexión, la lectura, el intercambio de opiniones y la información sobre el tema de la muerte nos ayude a construir nuestro propio criterio. Que seamos capaces de decidir cómo nos gustaría ser atendidos y quiénes son las personas de nuestra confianza que nos acompañarán y que defenderán nuestros deseos.

Todo este conjunto de reflexiones debemos escribirlo. A ese documento se le denomina Voluntades Anticipadas o Testamento Vital. Queda registrado en nuestra historia clínica y el personal sanitario de atención primaria, especializada o de urgencias lo puede consultar. Es la manera de que los demás conozcan nuestros deseos, por si por causas derivadas de la enfermedad, no nos podemos expresar. Ese es el valor del Testamento Vital y el personal sanitario debe saber que tiene obligación legal de cumplirlo. Está recogido por la Ley Foral 8/2011, de 24 de marzo, de derechos y garantías de la dignidad de la persona en el proceso de la muerte. Es importante conocerla.

Además en este noviembre el tema de la muerte ha entrado de lleno en el debate y en la agenda política con dos leyes sobre cuidados paliativos y otras dos sobre la modificación del Código Penal para despenalizar y regularizar la eutanasia y el suicidio asistido.

Las primeras quieren impulsar la implementación adecuada y equitativa de los cuidados paliativos (hospitalarios y a domicilio) para que todos los ciudadanos que los precisen puedan tener acceso a ellos. Las otras buscan reconocer un derecho subjetivo: el de poner fin a la vida por voluntad expresa de la propia persona con objeto de evitar sufrimiento y todas ellas protegen derechos constitucionales como la dignidad, la libertad o la autonomía de la voluntad de las personas.

Estas leyes ya están en las Cortes y seguirán sus trámites pertinentes. Gran parte de la ciudadanía confiamos en el buen hacer de sus señorías y en que consigan los consensos oportunos para promulgarlas.

La vida es un don maravilloso que debemos exprimir, aprovechar, disfrutar y vivir con plenitud, pero que también necesita de un buen final. Y lo mismo que nos esforzamos en tomar las riendas de su devenir nos merecemos acabar de la mejor manera posible: libres y dignamente.

El autor es presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente de Navarra (DMD)