La construcción masiva de bloques de viviendas caracterizada por la falta de planificación institucional, resultado de una economía especulativa, junto con otros factores concomitantes con el deseo de enriquecimiento facilón, representa una causa principal de que la crisis económica global iniciada aproximadamente en 2008, y cuyas consecuencias todavía perduran para amplias capas de la población, afectase de un modo más intenso al Estado español. Y esa vulnerabilidad manifiesta de la economía española se asienta en el carácter hispano de modo notorio. Se ha convertido ya en un tópico achacar al convenio navarro, al cupo vasco o a una financiación privilegiada el mayor grado de bienestar de que gozan Navarra, la CAV y Catalunya; sin embargo, la economía real, basada en el trabajo conjunto de empresarios, trabajadores cualificados y obreros cuyos derechos se reconocen, que genera una plusvalía real y un valor añadido auténtico, solo se ha dado en estos territorios, lo que responde a una idiosincrasia diferente, a un carácter más europeo y a una cultura milenaria propia y diferenciada. La larga tradición de la picaresca, que tantos réditos literarios ha proporcionado a las letras hispanas, consigue que lleguen a políticos o a financieros individuos que ignoran la función social que deben desempeñar las empresas, que carecen de vocación de servicio a la ciudadanía y que no trabajan en pro del bien común. Esta particularidad aleja la economía de este Estado de las grandes naciones europeas, consiguiendo que siempre vaya a la zaga, salvo en escándalos de corrupción. Y es que en España al que roba de lo público se le tiene por listo.

Durante lo peor de la crisis, se reiteraba una idea que ahora se está verificando, esto es, que muchos empresarios y negociantes solamente aguardaban a que escampase el temporal para proseguir sus actividades especulativas. De este modo, irónicamente, una de las primeras consecuencias de la supuesta recuperación económica consiste en que el precio del alquiler de la vivienda se ha disparado, lo que probablemente represente un indicio de que las finanzas españolas no se han regenerado. Si estas no han realizado la necesaria catarsis, a medio plazo podría acaecer una nueva crisis en que las diferencias de clase se acentuarían todavía más, en que, con un posible regreso de la derecha neoliberal al poder, se incidiría en un nuevo austericidio. Si no se aprueban medidas correctoras en el ámbito del trabajo y de manera especial en el sector de la vivienda, se avecinan tiempos muy oscuros y tenebrosos. Y, en este sentido, se debe atender prioritariamente al problema de la subida alocada de los precios del alquiler. En otros países europeos, como Alemania, esta opción resulta mucho más atractiva que en el Estado español.

En Navarra, la Vicepresidencia de Derechos Sociales se ha ocupado durante toda la legislatura de responder a la demanda de vivienda social, un tema muy complejo e interconectado con muchos otros aspectos de la política social (empleo protegido, exclusión social, migración, etcétera). Además, el Parlamento ha aprobado la Ley Foral del Derecho subjetivo a la Vivienda, definido así: “el derecho a una vivienda digna y adecuada, con rango de derecho fundamental exigible por sí mismo”. Y es que la prioridad de un gobierno progresista debe ser someter la política económica a las demandas sociales, máxime que la experiencia nos dice que una permisividad libérrima con la especulación y el pelotazo genera graves crisis económicas. Debemos tener memoria y no recaer en comportamientos cuyo pésimo resultado se proyecta sobre nuestro futuro. No se puede excluir tampoco a las rentas más bajas del derecho a la vivienda. Este viene recogido en el art. 47 de la CE, pero como sucede con casi todo el Título Primero, figura como un verso de aquella poesía del arte por el arte.

El autor es escritor