Nuevamente, y ya van varias, ha habido que escuchar del Departamento de MA la falacia de calificar la introducción de osos de unilateral por parte de Francia o que ha faltado información con tiempo respecto a la misma. Nada más lejos de la realidad. El gobierno francés ha actuado como debía, y a quien ha faltado previsión es a nuestras propias administraciones.

Cannelle, la última osa del Pirineo occidental, murió en 2004. A partir de ese momento, la población de osos que había adornado la parte occidental pirenaica, y dentro de ella Navarra desde tiempos inmemoriales, estaba condenada a la extinción si el Gobierno de Navarra o el Gobierno francés no procedían a su reintroducción, como era su obligación. No hace falta ser experto para saber que sin hembras una población no pervive y que los osos también se hacen viejos. La desaparición del viejo Cammille hace ya 8 largos años en nada cambió sino que hizo más perentoria la necesidad de actuación debida de los gobiernos para cumplir las obligaciones éticas y ambientales. El gobierno francés sí expresó su voluntad y procedió a introducir osas primero en la parte central desde 2006 dando tiempo -dándonos tiempo- a la necesaria concertación y adecuación de la zona occidental, la nuestra, antes de proceder a una introducción anunciada si no llegaban hembras de forma natural.

Así por tanto se sabía que la introducción estaba en la estrategia aprobada en Francia, como lo reconoció hace poco la directora general de Medio Ambiente. Y que esta introducción, habiendo dado varios años de tiempo a Navarra y Aragón para la concertación y la adecuación, debía de hacerse antes de la muerte de los osos existentes, que ya es próxima, pues incluso el menos mayor ha cumplido ya los 14 años. No podía esperarse ya más. Y, ya a corto plazo, lo avisaron con un mes de antelación. Impecable. Muy distinto es que en estos años no se haya hecho nada en nuestro ámbito para adecuar la ganadería roncalesa a la presencia de osos, como si este no fuera a llegar nunca. Todos sabemos que la ordenación de los pastos y las medidas de evitación de daños garantizan la inexistencia de ataques, y permiten una convivencia del pastoralismo extensivo con la conservación, como ocurre en el resto de comunidades con oso. Ahora es cuando a la consejera se le ocurre que es bueno aprobar el Plan de Ordenación de Pastos que lleva varios años en un cajón. Bueno es, aunque llegue tarde. Pero cuando en primavera haya nuevos ataques, que los habrá mientras no se acometa la ordenación, pregúntese, querido lector, qué medidas de protección había implantadas para evitarlos. Habrá que preguntarse entonces qué ganaderos han facilitado esta puesta de medidas, y a los que, por supuesto, hay que ayudar. No vaya ser que empecemos a pensar que la indemnización que se paga en 2018, con dinero público -de 430 euros la oveja, en torno a 4 veces su valor de mercado-, no esté llevando aparejada la necesaria e inexplicablemente retrasada implantación de medidas de evitación de ataques que garantice la convivencia real.